Nuevos motores para el crecimiento
La economía española aceleró la recuperación el segundo trimestre y creció un 0,6%, dos décimas más que entre enero y marzo, y el 1,2% en tasa interanual, lo que supone siete décimas más que en igual periodo del año anterior. De esta forma, el PIB español encadena cuatro trimestres consecutivos al alza en tasa intertrimestral y dos en tasa interanual, tras diez trimestres consecutivos de retrocesos en este último caso. Este crecimiento supera con creces a los correspondientes de la zona euro y de toda la UE. Sin embargo, para analizar la fortaleza de la economía española sin optimismos injustificados hay que recordar de dónde venimos, porque el ajuste del PIB por la crisis ha sido sensiblemente mayor en España.
La contribución de la demanda nacional ha sido determinante en esta mejora. Su aportación positiva pasa de 0,7 a 1,9 puntos, mientras el sector exterior aumenta su aportación negativa, aunque las exportaciones hayan vuelto a tasa positiva entre abril y junio.
En los nueve trimestres consecutivos que van del tercer trimestre de 2010 hasta el cuarto de 2013, la demanda externa contribuyó de forma positiva al alza del PIB, mientras que la interna restaba crecimiento. Así, el patrón de crecimiento se basaba en exclusiva en el sector exterior. Pero en los dos últimos trimestres se ha invertido la tendencia: la demanda nacional ha contribuido positivamente estos seis meses y la externa ha pasado a restar. De esta manera, el tirón del consumo y de la inversión compensan el frenazo exportador y se convierten en los nuevos motores del PIB.
Este cambio, interpretado positivamente por el Gobierno, tiene su cara y su cruz. Cierto que es bueno por el notable peso de la demanda interior en el conjunto de la economía, pero nada exige que este sea incompatible con la fortaleza exportadora que las empresas han demostrado poseer. La importante mejora del consumo de los hogares (+0,7%), superior en dos décimas al trimestre anterior y que suma cinco consecutivos en positivo, es una magnífica noticia por lo que incluye de confianza. Se trata de un ritmo inédito desde el primer trimestre de 2008. Es buena señal que las familias tomen decisiones de gasto en un momento como este, de inflación a la baja, con altísimos niveles de paro y con el grifo del crédito más cerrado de lo deseable.
El desempeño de la inversión completa el buen comportamiento del consumo. El otro gran componente de la demanda interna también presenta señales claras de mejora. Y más porque lo hace en uno de los componentes que abre mejores expectativas de futuro, los bienes de equipo. Esto indica que las empresas ya han decidido invertir en la mejora de sus sistemas y equipos de producción ante el despertar de la demanda y en previsión de mayores ventas. La inversión en construcción, que ya venía dando señales de recuperación, es el otro dato que invita al optimismo. Aunque la residencial aún no haya salido de tasas negativas desde el inicio de la crisis, será necesaria para la recuperación del mercado laboral, que, aunque lentamente, empieza a notar que la producción toma impulso. Con el consumo y la inversión tirando de la economía, todo indica que el crecimiento del PIB alcanzará sin problemas ese 1,5% al que calcula subir Economía su previsión anual, desde el 1,2% anunciado en abril, y encaminarse decididamente al 2% que estima para 2015. Ello, si no se instala ninguna de las incertidumbres geopolíticas que pesan sobre el crecimiento, entre las que destaca la crisis ucraniana, y la anémica inflación no arraiga por mucho más tiempo.
Sin duda, el riesgo de deflación esta ahí, pero todo indica que es poco probable, dado el comportamiento tradicional de la economía española cuando, como está ocurriendo ahora, se moviliza la demanda interna. Lo cierto es que una espiral deflacionista supondría caídas de rentas, descenso de la demanda y de inversión, más desempleo y de nuevo recesión, entre otros males. Son muchos los que advierten contra tales nubarrones. Pero también es verdad que, además de aumento de la capacidad adquisitiva en el interior, cierto periodo de precios bajos en actividades abiertas a la competencia exterior, al tiempo que los competidores mantengan al alza los suyos, sería una magnífica oportunidad para ganar competitividad y recuperar la demanda externa.