Luis Rojas Marcos: “Hay que controlar el mal humor”
Ha desarrollado su carrera en Nueva York, donde ha sido gestor de los hospitales públicos La felicidad es algo normal que viene en nuestro equipaje genético
"Hace 15 o 20 años nos dimos cuenta de que no bastaba con curar enfermedades, de que es necesario entender las cualidades del ser humano que nos ayudan a vivir mejor y a superar adversidades”. La frase es del psiquiatra Luis Rojas Marcos (Sevilla, 1943) y con ella describe el nuevo campo médico en el que trabaja, al que llama “ciencia del optimismo”, que consiste en cómo las personas pueden mejorar su satisfacción con la vida. Este profesor de la Universidad de Nueva York, ciudad en la que vive, impartió el miércoles pasado una conferencia magistral como ganador del premio elTalento 2013, organizado por Cinco Días en colaboración con Manpower Group, en su categoría de Talento Experto. “Cuando vengo a España y digo que soy optimista, me miran como si fuera ingenuo o ignorante. Sin embargo, en EE UU se presume de ser feliz. Con eso no quiero decir que allí se sea más feliz, pero la cultura afecta a la percepción. En general, en España se pensaba que para ganar el cielo había que sufrir”.
Pregunta. ¿Cómo nos afecta mentalmente llevar escuchando durante tantos años hablar de la crisis?
Respuesta. Nos afecta menos de lo que parece, en parte porque nos acostumbramos a ella. No hay que minimizar la realidad de la crisis. Afecta a millones de personas. Cuando pregunto qué parcelas de la vida hacen feliz, se menciona el trabajo. Tenemos una gran capacidad para hablar de la crisis y a la vez separarla de la propia vida, de lo que nos pasa a nosotros, incluso aunque seamos víctimas. No al día siguiente de perder el empleo, pero al cabo del tiempo sí. Tendemos a separar la crisis y lo que nos ocurre en casa porque forma parte de la capacidad para proteger nuestra autoestima y nuestra satisfacción con la vida. Esto es algo genético, en el sentido en que nuestra memoria nos ayuda a ver lo positivo o a hacer comparaciones ventajosas incluso en los desastres, es algo que instintivamente nos ayuda.
“Del 11-S aprendí el altruismo de la gente”
Rojas Marcos dirigía los hospitales públicos de Nueva York cuando sucedieron los atentados del 11-S, por lo que los vivió en primera persona. “Me afectó mucho, aunque tardé en darme cuenta. No se nos olvida, pero no hablamos de este tema”, explica. “Lo que aprendí de la experiencia es el altruismo, que la gente está dispuesta a arriesgar su vida por salvar a otros. La sociedad y los líderes tienen que estar preparados para tratar con la tragedia, pero también con los miles de personas que van a exigir participar”.
Como gestor sanitario cree que hay que educar mejor a la población, definir qué debe hacer un médico y qué es enfermedad para controlar los costes. “La sanidad es un pozo sin fondo. El gasto de la sanidad es infinito. No creo que haya un país que pueda soportar esto, pero son decisiones de los líderes políticos y del pueblo, que tiene que elegir”.
Respecto a si los países ricos son más felices, detalla que en las sociedades que tratan de minimizar la brecha entre aspiraciones y oportunidades, “donde los jóvenes están expuestos a metas e ideales alcanzables”, son países más contentos.
P. Su último libro se llama Secretos de la felicidad, ¿cuál es la clave para conseguirla?
R. Lo llamo satisfacción con la vida en general. El secreto de la felicidad es que nacemos con la capacidad de sentirnos contentos. Si no lo estropeamos, o no nos lo estropean, y seguimos nuestros instintos, el niño va a crecer sintiéndose satisfecho. El cerebro está programado para ver lo positivo. Ese es el secreto. La felicidad es algo normal que viene en nuestro equipaje genético. A menudo me preguntan “qué puedo hacer para ser feliz”. Al principio caí en la trampa y empecé a dar consejos que no funcionaban. Era un error. Empecé a preguntar sobre qué cosas le hacían felices, como ir a ver un partido o estar con los nietos. Así que hay que trabajarse la felicidad realizando cosas que ya te hacen sentirte bien.
P. ¿Es posible formar equipos de trabajo felices?
R. Se pueden hacer, pero hay que empezar por la selección, es clave y fundamental. Si empleas a una persona que no sonríe, vas mal. Después hay que comunicar, que los empleados sientan que tienen un impacto, que puedan contribuir a la empresa. También que el grupo se sienta apreciado por lo que hace. A veces el incentivo no es el dinero, sino el reconocimiento. Y hay medidas de sentido común, como prevenir los conflictos.
P. ¿Cómo podemos sacar lo mejor del equipo?
R. Observando, viendo lo que gusta, lo que el empleado hace bien y lo que le cuesta más trabajo. Luego, estimular la parte positiva de lo que hace. Ayuda también preguntar y escuchar sobre lo que desea. Esto va a dar información respecto a la persona, y de cuanta más se disponga, más probabilidades se tiene de encauzarla de una forma constructiva dentro de la empresa. También se deben crear unas expectativas, sobre todo si las crea el grupo, si se reconoce que ellos son los dueños de la estrategia, que no debe verse como idea del jefe, sino que el empleado colabora. Además está el feedback, el ofrecer al equipo información sobre los resultados, de forma continua y que refuerce la parte positiva. Y es que el incentivo funciona muy bien con las personas.
P. ¿Qué cualidades debe tener un directivo?
R. Lo primero, energía. Sabemos que el autocontrol también ayuda. Si estás de mal humor, hay que pensar antes de decir las cosas. Además de la capacidad de analizar, de buscar información fiable y evitar los pensamientos automáticos.
P. Usted se marchó a estudiar a Estados Unidos, pero ¿cómo valora la fuga de cerebros obligada de los jóvenes científicos y profesionales españoles?
R. Mal. Es una pena que una sociedad pierda el cerebro joven, con energía y creatividad. Hace unos meses me invitó el cónsul de España a un encuentro con jóvenes españoles y me llevé una sorpresa porque la sala estaba llena, había 400 personas menores de 35 años. Les pregunté y efectivamente me decían que estaban allí porque no hay oportunidades en España. Y son jóvenes trabajando en temas científicos muy relevantes. Incluso tenían miedo de salir de EE UU por el visado y pedían mi ayuda. España perderá creatividad e innovación en avances en medicina, por ejemplo, por la fuga de cerebros. Es una pena, aunque en EE UU estamos encantados con esa gente.