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La vicepresidencia de Rajoy

Fuentes monclovitas propagan que Mariano Rajoy se volvió del congreso del PPE en Dublín con una vicepresidencia de la Comisión Europea bajo el brazo. Al margen de las dudas sobre que sea así, ¿a qué responde ese mensaje? ¿Tiene algún sentido, más allá de la loa a las presuntas habilidades negociadoras del presidente del Gobierno?

En principio, no tiene ningún sentido marcarse como objetivo político una vicepresidencia de la Comisión (aunque cabría una salvedad que detallamos al final de este post). ¿Por qué no?

Porque la Comisión Europea es un "colegio", no un Gobierno. Y como tal, todos los comisarios (uno por país) tienen el mismo derecho de voto en cada decisión. Ni siquiera el voto del presidente tiene mayor valor.

El presidente puede organizar la estructura interna de la Comisión como le parezca y nombrar tantos vicepresidentes como se le antoje. El actual, José Manuel Barroso, cuenta con ocho, es decir, que casi uno de cada tres comisarios es vicepresidente. Pero aparte de ganar 3.000 euros más al mes que sus colegas, esos vicepresidentes no tienen muchas más de qué presumir.

La única excepción dentro del Tratado de la UE es la figura de Alto Representante de Política Exterior cuyo cargo se nombra aparte y lleva aparejado obligatoriamente (además de 3.800 euros extra de sueldo) una vicepresidencia.

Se trata de un puesto muy relevante, pues preside el poderoso consejo de Ministros de Asuntos Exteriores de la UE, donde, por ejemplo, el próximo lunes se tienen que discutir las sanciones contra Rusia por la invasión de Crimea.

La diferencia entre el resto de comisarios, aparte de la valía personal de cada uno, estriba en el departamento que se les asigne, pues hay carteras con poder real y mucho (como Competencia, Economía, Mercado Interior, Comercio o Justicia) y otras más dedicadas a la gestión (Agricultura, Presupuestos, Política Regional...), cuando no buscando como justificar el sueldo (mejor no nombrar a ninguna).

En ese sentido, por tanto, el título de vicepresidente añade poco o ningún valor a la cartera que ocupe el futuro comisario español. Si le asignaran una cartera de gestión o irrelevante supondría una pérdida de poder real y de influencia en relación con las responsabilidades ejercidas por los representantes españoles en los últimos 15 años.

Y ahora mismo, esa caída es una amenaza muy real para España porque las carteras ocupadas han sido nada menos que Competencia (Joaquín Almunia); Asuntos Económicos (Almunia y Pedro Solbes); Transporte, Energía y relaciones con el Parlamento (Loyola de Palacio). Ni siquiera el simbólico rango de la vicepresidencia compensaría la pérdida de poder porque ya lo tiene Almunia y lo tuvo en su día De Palacio.

Resumiendo: decir que España busca una vicepresidencia de la Comisión no tiene ningún sentido. Y lograrla, no añadiría ningún valor.

Dicho esto, cabría una posibilidad, por ahora remota, de que la presunta vicepresidencia de Rajoy no fuera un esfuerzo baldío.

Sería en el caso de que el futuro presidente de la Comisión retomase el viejo plan de establecer una suerte de jerarquía entre los comisarios, con algunos de ellos ejerciendo un liderazgo orgánico sobre otras carteras.

La idea se ha planteado en otras ocasiones, sin éxito. Pero vuelve a estar de actualidad, a la vista del desbarajuste provocado por el creciente número de comisarios (ya hay 28, el doble de personas, por ejemplo, que en el Ejecutivo de Rajoy). Algunas capitales ya empiezan incluso a tomar posiciones y en París la presna se refiere al ministro de Economía, Pierre Moscovici, como posible supercomisario de Economía.

Si esa reordenación interna de la Comisión se confirma, entonces sí que tendrá valor asumir una supercomisaría. Y dará igual si lleva la coletilla de vice o no. Pero no está claro que las fuentes moclovitas estuvieran pensando en ese objetivo cuando volvieron de Dublín.

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