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Cinco retos de las escuelas de negocios

En un entorno cambiante, globalizado y en crisis, la pregunta parece oportuna: ¿qué sentido tiene una escuela de negocios? Entran en juego diferentes elementos a considerar, pero en realidad la coyuntura económica no ha hecho más que acelerar un proceso de transformación.

El primer reto consiste en la identificación y la motivación del claustro. No hay un consenso sobre el perfil que se desea: por un lado se estimula la acreditación académica externa y las publicaciones científicas, pero por otro se perfila un profesor que inspire gracias a su experiencia sobre el terreno. El profesorado que combina la experiencia profesional por cuenta ajena, el emprendimiento, la docencia y la investigación es escaso.

En relación directa, aparece la inclusión de nuevas habilidades en los currículo de los candidatos. Como hemos escrito Jorge Cachinero, Manuel Bermejo y yo mismo, "los asuntos gerencia­les son relevantes pero, aún más, la capacidad de crear valor me­diante el liderazgo, la negociación y la comunicación con el entorno". Estas habilidades se concretan en la gestión de la diversidad, en el impulso de la innovación y el emprendimiento sin esperar a las decisiones de la competencia, en el establecimiento de relaciones de interés mutuo con el regulador, en la capacidad de exponer en público los argumentos y de interiorizar la reputación como un elemento clave en la gestión. Habrá que ver cómo se enseñan estas nuevas competencias en el aula.

En segundo lugar, la revolución tecnológica está por llegar. Me interesa más conocer qué alianzas se establecerán con Amazon, Apple o Pearson antes que la moda de los MOOC (o como se denominen). Igualmente, habrá que ver qué expectativas tienen los nativos digitales o los millennials ante las escuelas de negocios. Hay más ensayos que certezas. Yo llevo más de diez años impartiendo en la universidad y ya veo cambios en los usos, las costumbres, las formas de relacionarse o de participar.

Seguidamente, es preceptivo mencionar la gobernanza. ¿Deben las escuelas de negocios aceptar dinero de cualquier fuente? ¿deben exportar su modelo a otras sociedades no abiertas? ¿es lícito aceptar cualquier alumno aunque no tenga la trayectoria, la experiencia o las cualificaciones requeridas a otros candidatos? Hay intereses contrapuestos, por ejemplo, en qué empresas o modelos se estudian. Los decanos de las instituciones norteamericanas han elaborado toda una teoría de cómo las escuelas de negocios no tienen relación alguna con la actual crisis financiera. Aún se lee en Harvard BS el caso del Royal Bank of Scotland para el estudio de fusiones y adquisiciones... escrito por el actual decano de la escuela. O el conocido panegírico sobre el "modelo islandés" previo a la crisis actual, redactado por el entonces decano de Columbia Business School. Hay que analizar cómo la promoción de ciertos valores, actitudes o comportamientos favorece o perjudica la economía real (¿shared values?) y no la ingeniería financiera.

El cuarto asunto sobre la mesa será cómo crear valor alrededor de las escuelas de negocios. No basta con "tener un MBA", porque es hoy día un genérico. El valor se desplaza hacia la capacidad de dotar al alumno de redes fuertes, internacionales, orientadas al negocio. Ese capital social no es replicable ni se basa en un programa concreto. Es un asunto que afecta a la sostenibilidad de la escuela.

Por último, la globalización es el mayor disruptor. Hay que huir de la visión eurocéntrica, reducir el número de casos de la Harvard Business School y captar profesores formados en entornos emergentes. La globalización no es un viaje de estudios, sino la comprensión de la diversidad, el análisis de las fuentes de competitividad global y el estudio de compañías ajenas al modelo europeo o anglosajón. Emerging Markets Rule. Growth Strategies of The New Global Giants, de Mauro Guillén y Esteban García-Canal, es una que cumple con estos criterios-

Estos desafíos nos conducen hacia una nueva etapa de la formación ejecutiva. En 1959, el informe Ford & Carnegie orientó el trabajo de las escuelas de negocios de la segunda mitad del siglo XX. Aquellas rutinas de trabajo, programas y metodologías forman el actual sistema. Más de cincuenta años después, es el momento de apostar por un nuevo modelo. El cambio necesario tiene que ser posible, pero exigirá una renovación de los contactos con el mundo empresarial, la diversificación de las metodologías de estudio, la globalización de alumnos y profesores, el entendimiento de la responsabilidad individual en el gobierno de las compañías y la ruptura de los estándares del modelo americano. Bienvenidos al cambio.

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