No nos despistemos con los datos
Estamos conociendo una lluvia fina de datos esperanzadores sobre determinadas magnitudes económicas que nos hacen atisbar mejoras de la realidad y, como consecuencia, que es posible un cambio en las políticas que desde las Administraciones se han aplicado hasta la fecha. El dato del PIB recientemente conocido lo sitúa en un incremento del 0,3% para el último trimestre de 2013, el paro ha descendido en 147.385 personas en diciembre último y las filiaciones a la seguridad social se han incrementado en 64.097 altas en el mismo mes, lo que indica que aunque el cómputo anual sea negativo, marca un cambio de tendencia en este último trimestre. Este cambio se ve apoyado por indicadores como la prima de riesgo, que se mantiene al nivel de los 200 puntos, o el índice de la Bolsa, que se recupera claramente.
Esta dosis de optimismo no le viene nada mal al sufrido ciudadano después del cansancio provocado por tanto tiempo soportando los dolorosos efectos de dichas políticas, que nos habrán afectado a todos en mayor o menor medida. Esta situación se ve reforzada por la mejora de otros indicadores, como el de consumo de energía eléctrica, las matriculaciones de turismos y de vehículos comerciales, el índice general de comercio minorista o el índice de producción industrial, refrendado por la mejora del relativo a las expectativas empresariales. Lo que permite vislumbrar un cambio de tendencia, pero que no debería hacernos pensar que la crisis se ha superado y servir de coartada para bajar la guardia.
La experiencia reciente nos dice que desde la predicción de la propia crisis, a su duración y profundidad, así como a las sucesivas ocasiones en las que se ha creído estar en la senda de la recuperación, la precipitación se ha pagado cara. Basta recordar las recaídas de 2009 y 2012 para intentar no repetir los mismos errores, opinión que se expresa desde todas las posiciones, tanto técnicas como políticas. Se corre además el riesgo de que las esperanzas de cambio de la población se vean frustradas, ya que en ningún caso estas mejoras se van a traducir en beneficios inmediatos de la realidad individual de los ciudadanos.
Los datos económicos del tercer trimestre, que ya recogían un alza del PIB del 0,1%, tuvieron su efecto en el incremento de la confianza de los españoles en relación con la salida de la crisis, que según el Eurobarómetro creció en 8 puntos respecto del valor de la pasada primavera, situándose en el 48% la población que la veía con optimismo, aunque es un nivel que aún se encuentra por debajo de la media europea, situada en el 51%, tendencia que con seguridad se habrá reforzado con el nuevo dato del cuarto trimestre. Pero habrá que esperar a los próximos datos para confirmar la tendencia, ya que en el cómputo anual, como hemos indicado, todavía son negativos.
Percibir la realidad de otro color es, en estos momentos, una necesidad vital para los ciudadanos, que además puede tener en sí misma efectos positivos en la toma de decisiones que pueden contribuir a crear un clima favorable para salir de la situación de atonía actual, pero desde la óptica política, más allá de las declaraciones que se puedan realizar para mejorar el estado anímico de los agentes económicos, los responsables de la marcha de la economía deberían mantener alta la guardia en la toma de decisiones que afecten al aún necesario ajuste. En este sentido, hay que apoyar las decisiones de nuestros ministros económicos de cabecera para continuar con la reducción del déficit público y el mantenimiento de las reformas estructurales. Hay que tener en cuenta que mantener o aumentar el déficit puede irse en el pago de la deuda que ocasiona, en lugar de en reactivar la economía.
Una de las causas que podría afectar a la firmeza que ha demostrado el Gobierno hasta la fecha sería un proceso electivo. Esperemos que en esta ocasión, en un país como el nuestro en el que no hay año sin elecciones, las europeas que tendrán lugar en mayo, en cuya campaña ya están inmersos los partidos políticos y que supone la primera prueba tras las generales de 2011, no afecte a las decisiones que es necesario mantener. Las reformas estratégicas, las de verdadero calado, deben continuar con convencimiento y con decisión, y sin dispersar las energías en otras reformas abordadas que pueden incorporar más elementos cosméticos y de imagen que beneficios reales en el funcionamiento del sistema. Insistimos, las reformas deben continuar y habrá que confiar en que el entorno internacional sea favorable, lo que tampoco está del todo asegurado.
Valenti Pich Rosell es presidente del Consejo General de Colegios de Economistas