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Tribuna
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La 'gran coalición' no es un camino de rosas

Las negociaciones iniciadas entre el partido vencedor (CDU/CSU) en la recientes elecciones alemanas y la segunda fuerza parlamentaria (SPD) para formar una coalición no van a resultar nada fáciles si se tiene en cuenta la experiencia de los años 2005-2009.

Hay que recordar, en primer lugar, que en las elecciones que propiciaron aquella gran coalición la diferencia entre el partido ganador y el que accedió a coligarse fue muy pequeña: 35,2% de los cristianodemócratas y 34,3% de los socialdemócratas, por tanto, una relación de fuerzas nada comparable a la de las actuales elecciones: 41,5% y 25,7%, respectivamente.

La situación económico-social de Alemania en ambos escenarios tampoco es comparable. Las pérdidas que tuvo el SPD en las elecciones regionales de importantes bastiones históricos de la socialdemocracia crearon una situación insostenible al canciller Schröder, que se vio obligado a convocar elecciones anticipadas para el 18 de septiembre del 2005. El deterioro del crecimiento del PIB y el aumento del paro, al que tuvo que enfrentarse Schröder desde que llegó al poder en 1998, le convencieron de la necesidad de afrontar reformas profundas en el mercado de trabajo y en la Seguridad Social y para ello en 2002 formó dos comisiones de expertos, cuyos resultados asumió en una declaración institucional ante el Bundestag titulada Agenda 2010 y en las correspondientes leyes, algunas de las cuales fueron mal recibidas incluso por compañeros y simpatizantes del partido y fueron la causa principal de su derrota en las elecciones anticipadas de 2005.

El escenario en que se plantea la nueva gran coalición en la actualidad no tiene nada que ver con el que acabamos de describir. Alemania es el país de la UE que mejor ha superado la crisis internacional de los años 2008-2009 y la siguiente crisis de la eurozona, que empezó en 2011 y todavía no está superada del todo.

El éxito de la canciller, que ofrece la oportunidad de una nueva coalición a los socialdemócratas, es el resultado de dos mandatos, el primero de los cuales (2005-2009) se realizó con la coalición, a la que se llegó en las complicadas circunstancias referidas. Y, como al terminar ese primer mandato la situación económica y social de Alemania estaba ya en un proceso de clara recuperación, existe el peligro de que se exageren los aciertos debidos a la gran coalición, olvidando los momentos de fuertes tensiones que tuvo que superar.

Se reconoce con sólidas razones, y así aparece en los informes del consejo asesor del Gobierno alemán, que las reformas del mercado de trabajo, que constituyeron el núcleo esencial de la Agenda 2010, empezaron a dar sus frutos en los primeros años de la gran coalición y contribuyeron positivamente al éxito apuntado.

Pero al mismo tiempo que se ponían en práctica las medidas oportunas, también instancias tan responsables como el citado consejo asesor apuntaban que las discrepancias en los planteamientos de los partidos coligados, y el no haber conseguido una clara orientación en la política, impidieron otras reformas que habrían contribuido a mejorar la situación, evitando los costes sociales originados por las llamadas formas atípicas de las relaciones laborales, que todavía son un verdadero lastre en medio de la prosperidad del país.

Aunque en los acuerdos para formar la coalición se propuso como uno de los objetivos prioritarios continuar las reformas del mercado de trabajo, pronto aparecieron puntos de vista divergentes. El llamado salario combinado (Kombilohn), tal y como se propuso entre los acuerdos de la comisión de expertos, fue uno de los temas más controvertidos, pues el SPD, de acuerdo con los sindicatos, consideraba que se había de comenzar por establecer un salario mínimo con garantía legal.

A mediados del 2006, los cristianodemócratas crearon un grupo de trabajo para modificar algunas propuestas de la Agenda 2010 y, aunque en el Parlamento se aprobó una nueva ley correctora, no se consiguió calmar los ánimos de tal modo que hubo que recurrir a la Comisión de Intermediación (Ombusrat), establecida por la Constitución para resolver conflictos, particularmente los que se planteaban entre el Parlamento y el Senado.

Estos son solo algunos ejemplos de las tensiones vividas en el seno de la gran coalición, que en más de una ocasión estuvieron a punto de poner en peligro su continuidad. La crisis de 2008/2009, que apenas afectó al mercado de trabajo alemán –gracias a las reformas que, a pesar de las dificultades, salieron adelante– hizo caer en la cuenta de la necesidad de proseguir por el camino emprendido para poder aprovechar las oportunidades que se presenten cuando llegue la recuperación de toda la eurozona, pero la proximidad de la campaña electoral que debía que iniciarse en septiembre de 2009 impidió que se afrontara el correspondiente paquete de medidas, terminando así la gran coalición y dando paso a un segundo mandato de la canciller Merkel, que escogió al partido liberal (FDP) para formar la nueva coalición de Gobierno.

Eugenio M. Recio es Profesor honorario de Esade Business School

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