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Columna
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Tal vez Gates debería salir de Windows

Tal vez Bill Gates debería seguir a Steve Ballmer y salir de Microsoft. Permitir a Ballmer comprar el negocio de teléfonos inteligentes de Nokia en pleno proceso de su salida encasquetará a su reemplazo una estrategia fallida. El fundador y presidente de la empresa tiene alguna responsabilidad en éste y otros errores. Con menos del 5% de las acciones –poco más de lo que Ballmer posee– Gates se preocupa hoy en día más de su fundación benéfica que de Microsoft.

En cierto sentido, es un sacrilegio sugerir que Gates y el gigante del software que creó se dividan. Él entiende la tecnología como pocos y ha demostrado visión para crear un gran negocio. Sigue siendo el mayor accionista individual y, dada su larga relación personal, seguramente se preocupa por el futuro de Microsoft.

Sin embargo, sus muchos talentos no incluyen la eficacia como presidente. Bajo su liderazgo, el consejo de Microsoft dejó a Ballmer en su puesto demasiado tiempo. Ahora que el consejero delegado se retirará dentro de un año, Gates no tiene un sustituto preparado, una tarea importante para cualquier presidente.

El presidente de Microsoft entiende la tecnología como pocos y ha demostrado una gran visión de negocio

Es cierto que durante la última década, de los 13 años que Ballmer ha estado en el cargo, la empresa ha proporcionado más de 180.000 millones de dólares a los inversores, mucho más que cualquiera de sus rivales tecnológicas. El beneficio también ha aumentado considerablemente. A pesar de ello y de la pasión de Ballmer, evidente en la reunión anual de inversores de Microsoft la semana pasada, los accionistas no parecen creer en la estrategia de la empresa, desarrollada con Ballmer y Gates en el cargo.

El principal interés de Gates también se encuentra sin duda en otra parte. Dejó de trabajar a tiempo completo en Microsoft hace cinco años. La donación de 38.000 millones de dólares a su fundación deja pequeño su papel en Microsoft. Mejorar la educación y prevenir la enfermedad en todo el mundo pueden parecer más convincentes hoy en día que decidir si una empresa en expansión debe construir tablets. La salida tardía de Ballmer ofrece a Gates una oportunidad. El mundo puede ser mejor si él pone toda su atención en la fundación –y también lo estarían los inversores de Microsoft.

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