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Columna
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Un futuro caro

La patronal de los fabricantes de automóviles europeos está de acuerdo en una cosa en el Salón de Frankfurt. La demanda está preparada para recuperarse tras la extraordinaria caída que redujo las ventas de automóviles nuevos en casi un 25% en cinco años. Aunque el optimismo contenido está probablemente justificado, el riesgo para los inversores es que una carrera de armas tecnológicas implica que la recuperación no será terriblemente rentable.

Varios grandes fabricantes han reducido su capacidad de producción y sacado a relucir nuevas gamas. El mercado ya ha anticipado un rebote. Las acciones de los fabricantes europeos afectados como PSA Peugeot Citroën, Fiat y Renault han hecho grandes progresos durante el verano.

Los inversores saben que la industria automovilística europea sigue acosada por el exceso de capacidad y que eso será un obstáculo para su comportamiento financiero hasta que haya medidas más significativas para abordar el problema. Ningún fabricante quiere dar el primer paso.

Pero los inversores deberían estar más preocupados por el gasto en inversión de los fabricantes de automóviles. Los complicados objetivos de las normas sobre medio ambiente en Europa y en otros lugares están empujando a la industria hacia una nueva era de conducción con un bajo nivel de emisiones. Si bien el objetivo a largo plazo es claro, los medios tecnológicos para llegar allí no lo son.

La industria está en un proceso de ensayo y error potencialmente costoso, desarrollando y probando varios de los llamados motores alternativos y tecnologías de transmisión.

En este momento, los inversores solo pueden adivinar qué tecnología prevalecerá. Las alternativas que compiten se encuentran en una fase inicial y requieren mucha más inversión. Al mismo tiempo. Los clientes pueden esperar coches más limpios. Los accionistas se enfrentan al reto de escoger a los ganadores.

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