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El Foco
Tribuna
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Inteligencia económica y empresarial

Las últimas semanas nos han traído noticias esperanzadoras relacionadas con la inteligencia económica en nuestro país -así como en el entorno de convivencia dentro del panorama económico global en el que España se desenvuelve- sobre las que nos gustaría aportar unas reflexiones.

Las grandes empresas multinacionales proveedoras de servicios y de productos a escala internacional suelen tener integradas en sus estructuras organizativas una cierta cultura de moderna inteligencia empresarial, o económica, que les exige que, para llevar a cabo una inversión importante en el desarrollo de sus negocios o acceder a nuevos mercados y nuevos productos, les sea absolutamente necesario un estudio pormenorizado y posterior análisis de muchos aspectos del entorno político, económico, regulatorio, de competencia, social y cultural en el que se identifiquen actores, agentes de influencia, amigos, enemigos, posibles aliados, elementos de seguridad, experiencias previas similares, afinidades, capacidad de mejorar esos panoramas, de donde se va a operar o intervenir.

Las grandes empresas internacionales suelen tener integradas una cultura de inteligencia empresarial

Cuanto más competitivos y abiertos en los ámbitos económico y regulatorio son los escenarios en los que se desenvuelven esas multinacionales -y en los que no, con mayor razón si cabe, pero con otros matices-, más necesario se hace el reunir datos de calidad, elaborar información estructurada y conformar una inteligencia que abarque todos los aspectos sobre los que basar la toma de decisiones: en lo soft y en lo hard. Lo soft se refiere a lo accesible mediante fuentes disponibles en el mercado de diversas maneras; lo hard, a aquellas que hay que buscarse in situ mediante operaciones bien planificadas y con un despliegue no exento de incertidumbres. Para materializarlo se puede recurrir a elaboración o planificación propia, o al concurso de gabinetes o empresas especializadas en los distintos eslabones de la cadena de valor que lleva a esa inteligencia.

La pujanza actual de nuestro tejido productivo en el exterior -que alcanza cifras récord de aportación al PIB en estas fechas- exige cada día con más vehemencia una infraestructura bien delimitada de inteligencia en nuestro sistema u orden económico para hacerlo más competitivo, innovador y dinámico ante la demanda agresiva, fluctuante y volátil de los mercados y escenarios internacionales en los que estamos abocados a desenvolvernos para garantizarnos un crecimiento vital. El papel del Estado a este respecto es todavía clamorosamente ambiguo o ignoto; una estrategia al respecto y una inteligencia que la sirva, cada día más necesaria, pero inconclusa, si bien se viene anunciando varios años.

Si hace unos días se anunciaba, a bombo y platillo, la más que probable creación de lo que unos calificaban como “CNI económico” con el fin de “detectar y prevenir actuaciones contrarias a los intereses económicos de España y sus empresas” en el marco de un Sistema Nacional de Inteligencia Económica y dentro de la Ley de Apoyo a los Emprendedores y su Internacionalización, todo ha quedado subsumido, según parece, en la Estrategia Española de Seguridad Nacional.

Mientras tanto, esos otros países que citábamos no han perdido el tiempo. En Francia, a pesar de los problemas económicos, los problemas sociales que afloran espoleados por la necesidad de recortes y por la política económica diferente a la alemana han tenido la osadía de cumplir con lo prometido y de seguir con la estrategia marcada años atrás. Por otro Gobierno de tendencia política diferente.

En efecto, el 29 de mayo de este año, una mujer, Claude Revel, fue designada como máxima responsable, dependiendo directamente del Primer Ministro, de la Delegación Interministerial para la Inteligencia Económica. Esta estructura se encarga de animar y coordinar la acción del Estado para “recolectar, analizar, poner en valor, difundir y proteger la información económica estratégica con el fin de reforzar la capacidad competitiva del Estado, de una empresa o de un organismo de investigación”.

Estos nuevos objetivos fijados serán los de “reforzar la capacidad de alerta, de impulsión, de estrategia de intervención y de mejora de su eficacia para ponerla al servicio de la competitividad económica francesa”. Y más concretamente, y puesto que Claude Revel es una experta en la materia, se espera ejercer “un trabajo de influencia de largo recorrido sobre el entorno económico con el fin de actuar sobre las reglas y normas internacionales técnicas, de gobernanza o de cualquier tipo con el fin de crear un entorno favorable a los objetivos globales” que el Estado francés haya determinado.

Nuestros vecinos afianzan sus capacidades vía la potenciación de la seguridad económica

Y es que la creadora del informe Desarrollo de la influencia normativa internacional estratégica de Francia para la Ministra de Comercio Exterior Nicole Bricq, en el que se sugerían siete prioridades de acción, la vicepresidenta de la comisión Derecho e Influencia internacional de Francia del Comité Nacional de Consejeros sobre Comercio Exterior para Francia (CNCCEF) o la autora del libro La France: un pays sous Influence, sabe de qué va esto.

Muy al contrario del adagio que afirma que “el terreno determina el combate”, en Francia, se prepara el terreno antes de llegar a él, de forma que éste sea lo más propicio posible para los intereses buscados. Y para prepararlo lo más eficaz es la influencia estratégica optimizada desde la inteligencia económica. Incluso nos atrevemos a decir que la influencia estratégica es el fin de la inteligencia económica.

Volviendo a nuestro país, y abandonando los tópicos más al uso, según leemos todos los días, de lo que aquí entendemos por influencia —compra-venta de favores, manipulación, corrupcn absoluta, etc.—, la influencia es un deporte muy sano que consiste en hacer saber a quienes tienen poder sobre nuestro éxito o fracaso, sobre nuestro devenir como empresa, cultura, territorio o país, nuestras necesidades y ventajas competitivas para que, a la hora de tomar esas decisiones, nos tengan bien presentes en su mente y nos consideren favorablemente. Pero para eso hay que saber a quién comunicar nuestras ventajas competitivas, cómo, cuándo y a través de quién, para luego controlar el resultado de dicha comunicación e ir modificando y corrigiendo dicha comunicación según sea necesario. La información necesaria para lograr todo este proceso se puede conseguir mediante ese vehículo o cultura del que hablábamos al principio denominado inteligencia económica, estratégica o empresarial.

Mientras nuestros vecinos siguen los pasos de una estrategia bien definida; a saber, afianzamiento de las capacidades vía la potenciación de la seguridad económica para la posterior expansión de dichas capacidades vía la influencia global, nuestro Gobierno sigue mirando los toros desde la barrera, reluctantes y refractarios a unas posibilidades de las que parecen desconocer su alcance y eficacia, a pesar de haber predicado mucho los últimos años a este respecto y haber consolidado ciertas bases de éxito.

Pensemos en el largo plazo con visión y liderazgo para competir por hacer lo correcto para el desarrollo de nuestro país y de nuestra población, actuemos en el presente, global y localmente con todas las fuerzas y medios a nuestro alcance, allí donde queremos y podemos estar, y trabajemos juntos por un futuro mejor. Está claro que no nos podemos permitir más devaneos.

José Luis de la Fuente O’Connor es presidente de la Asociación Española para la Promoción de la Inteligencia Competitiva; Hugo Zunzarren es director técnico de ID Inteligencia

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