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Tribuna
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El terror tecnológico

Las industrias culturales vivimos sumidas en lo que, en mi particular visión, denomino Terror Tecnológico. Un nuevo y renovado Atila, en forma de app o de software o de sistema en Internet, o de aparato rodeado de una gran estrategia de marketing atraviesa el mundo de las denominadas industrias culturales y las cambia, las cierra, las hace pequeñas... El fondo del asunto es fácilmente inteligible: Las tecnologías emergentes están sustituyendo no solo a los contenedores culturales tradicionales (libros, discos, periódicos, etc.), sino al propio contenido cultural. La frase de Marshall McLuhan El medio es el mensaje aquí se lleva a su más cruda realidad. Incluso podríamos sustituirla por el Medio sin mensaje como espejo del estado actual de las cosas.Observe el lector como el tema no sería tan extraño si el cambio del contenedor tradicional lo fuera por otros tecnológicamente más evolucionados: papel vs libro electrónico, Cd frente a internet etc.... Eso en realidad sería la evolución normal, la ley de la vida, el devenir natural de los acontecimientos. Pero el problema es diferente: los nuevos soportes no generan un modelo de negocio capaz de incluir contenidos de nivel. Y en consecuencia ésos contenidos son expulsados del mercado. El soporte, el continente elimina no solo al anterior soporte o contenedor sino al propio contenido que incluía. Aquellos productos culturales intensivos en inversión en conocimiento, que se desarrollaban ya no son viables en la nueva realidad y son sustituidos por otros de menor calidad o son pirateados (en ése caso se depreda sobre contenidos antiguos de gran nivel) o desparecen o quedan reducidos a una situación testimonial. Las empresas del sector ante ésta situación transforman su actividad y simplifican abaratan o transforman sus contenidos, su esencia en realidad, en un proceso de vulgarización imparable O adoptan directamente la estrategia de si no puedes con tu enemigo únete a él y derivan su actividad hacia un segmento semitecnológico o de tecnología aplicada. La aparición de nuevos productos de excelencia cultural será extraordinariamente dificultosa en ésta nueva configuración del mercado, por que no habrá empresa que los haga crecer, que los proteja, los arrope y, sobre todo, los pague. No habrá inversión y, por lo tanto, no habrá retorno. O al revés. El terror tecnológico ha desplegado su estrategia con tal eficacia que ha eliminado los contenidos, ya no los necesita. En éste marco el sector de las Industrias Culturales no tiene ni la simpatía ni la ayuda ni el apoyo de nadie: Por un lado las grandes corporaciones tecnológicas con un dominio social y político muy intenso ya se encargan de que esto sea así creando la idea de todo punto errónea e interesada de que ésos contenidos han de ser gratuitos o extremadamente baratos mientras ellas mismas venden sus productos a precios altos. Por otro el facilismo del público al que lógicamente le seduce la idea de no pagar y de consumir material que no le suponga gran esfuerzo juega también en contra. Y por último los gobiernos (Fenómeno en el España incide especialmente) observan con aversión o indiferencia al sector, poniendo los recursos públicos en otros menesteres. Es más sencillo pagar un Plan E (obra pública) o un Plan Pive (automóviles) que invertir en cultura, donde al fin y al cabo el retorno en votos y simpatías es escaso. Resulta menos incómodo desproteger jurídicamente a los creadores, conociendo a ciencia cierta la injusticia de la medida, que soportar la crítica, previamente aireada, de grupos de internautas y, aún peor, la presión de los poderosos lobbies de las empresas tecnológicas. Como no es difícil imaginar el desarrollo masivo de éste proceso genera pocos efectos positivos para el público, más allá de su empobrecimiento cultural masivo. Los ciudadanos, en un ejercicio exagerado, manejaremos nuestro e-Reader, pero no leeremos a Kant o a Platón, accederemos gracias la última APP instalada en nuestro móvil o tablet a un magma de noticias no analizadas ni estructuradas, escucharemos canciones pero no volverán a aparecer músicos de la talla de los pasados y veremos películas pero ¿quien producirá, dirigirá y exhibirá a un nuevo Bergman o Buñuel? La estructura de nuestra psique individual y colectiva evolucionará –ya lo está haciendo– de una forma rápida hacia una simplificación, masificación y ausencia de razonamiento complejo. Esa es nuestra próxima estación.

Salvador Vives López es CEO del Grupo Editorial Tirant lo Blanch

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