Voluntades europeas
Cada vez parece más claro que las voluntades en Europa son más dispares y contradictorias. Al menos, en lo que concierne a cómo construir un verdadero entramado institucional sólido en torno al euro. Y las circunstancias han hecho que corresponda en buena medida a España la lectura de estas voluntades porque durante 2013 el futuro del euro va a pivotar en gran medida alrededor de las decisiones que puedan adoptarse desde nuestro país. En particular, de cómo y cuándo se pida un rescate amplio, de cómo se cierre ese importante capítulo de recapitalización que siguió al rescate bancario y, en definitiva, de cómo los pasos hacia una unión bancaria y fiscal podrían acelerar la salida de la crisis en España y también en otros países.
Esa existencia de múltiples voluntades es el mayor escollo para confiar en nuestros socios continentales como un elemento de apoyo para España el próximo año. Varios importantes sucesos en los últimos días ilustran este extraño y a veces cansino juego de fuerzas y cómo, a pesar de tantas idas y venidas, el futuro de España sigue pasando por Europa... y a la inversa.
El primer ejemplo de cómo se están tomando las decisiones en la Unión Europea ha sido el último acuerdo sobre Grecia. ¿Qué puede aprender España de este acuerdo? Lo fundamental, que hay que evitar (y cabe esperar lógicamente que se evite) una helenización de nuestra economía.
Y para ello es conveniente que en cualquier acuerdo con Europa -ligado o no al rescate-, las condiciones que se acepten sean factibles en fondo y en forma. Porque lo que ha ocurrido con Grecia ha sido que, al margen de sus brutales desequilibrios, se le ha querido conducir por una senda de ajuste imposible. Y ahora, lejos de alargar los plazos para que la economía helena alcance una mínima sostenibilidad fiscal, estos se han mantenido y tan solo se han suavizado algunas condiciones, principalmente las referentes a los intereses a pagar por las ayudas recibidas. En cualquier caso -y ya se ha dicho muchas veces-, este es solo un capítulo más de la odisea griega.
Pronto volverá a traerse a debate otra solución para Grecia porque, hoy por hoy, su situación sigue siendo extremadamente delicada como para pensar en un futuro sostenible en Grecia. Y ahora que España negocia su plan de ajuste fiscal para los próximos años -y en la medida en que esos objetivos y medidas pueden dar soporte a un posible rescate europeo- es muy importante que las decisiones que se adopten nazcan del propio convencimiento de su necesidad y de un planteamiento realista. Si no es así, el incumplimiento impondrá la renegociación de condiciones pero cada vez con menos poder de interlocución para el asistido, como le ha ocurrido a Grecia.
El segundo ejemplo de las controvertidas posiciones que se observan sobre qué es y qué puede ser un proyecto de verdadera integración económica y financiera europea tuvo lugar días atrás con el fallido debate sobre los presupuestos comunitarios. No se ha alcanzado un acuerdo. Y esto no es lo más grave porque al fin y al cabo queda buena parte de 2013 para negociar. Lo que sí que parece evidente es que países como Alemania y Reino Unido parecen decididos a recortar sus aportaciones, con un presupuesto para la Unión Europea mucho más reducido cuando precisamente se evidencian las mayores dificultades para otros muchos socios. Parece que pocos creen -si alguna vez lo han hecho- en la solidaridad en tiempos de austeridad.
Sin embargo, lo único que anticipan con un presupuesto europeo más austero es recesión más prolongada o, en el mejor de los casos, un crecimiento anémico para los próximos años. La presupuestaria es una vía de la que, por lo tanto, España no va a poder esperar mucho de Europa. Es más, nuestro país va a pasar a ser una hermana mayor, una contribuyente neta. Es un capítulo cerrado de antiguos impulsos de la economía española. Ya no van a estar ahí.
En tercer lugar, el proyecto de unión bancaria europea camina lentamente. Esto no sería lo más relevante porque si al menos el paso fuera firme habría un punto de referencia fundamental para la esperanza. La unión bancaria respondería como un todo ante un problema bancario en cualquier país, evitando el pánico y la desconfianza que se han dado de forma selectiva en diferentes Estados miembros en los últimos años. Este punto resulta especialmente importante para España en un contexto de recapitalización y rees¬tructuración bancaria.
El papel otorgado al Banco Central Europeo debe ser principal y determinante, sin fisuras en el alcance (supervisión de todos los bancos) ni en el poder de decisión. En los últimos días han surgido propuestas para establecer sistemas de decisión de dobles mayorías por los que Estados miembros fuera del euro (Reino Unido, por ejemplo) puedan tener algo que decir también a través de otras instituciones de supervisión como la Autoridad Bancaria Europea. Cuanto más amplio sea el acuerdo, mejor, pero el sistema de decisión debe ser simple y creíble. El principal impulsor de la unión bancaria, el comisario de Servicios Financieros de la Unión Europea, Michel Barnier, ha recordado que el proyecto no puede esperar y que es hora de actuar. Europa estaría hoy mucho mejor si se hubiera avanzado ya en la unión bancaria, pero se sigue posponiendo su implantación.
Y parte del retraso en la unión bancaria se debe a la falta de acuerdo sobre cómo cerrar el otro eslabón de la cadena: cómo frenar la crisis de la deuda soberana. Aquí, el núcleo duro liderado por Alemania insiste en que primero hay que cumplir fiscalmente y luego vendrá la unión bancaria y la solidaridad. Alemania sugiere que la unión bancaria es muy buena para una Europa de futuro pero no necesariamente ahora. En realidad, sin esta unión no habrá futuro para Europa.
Es este el entorno en el que España debe decidir la petición de rescate y en el que ha de producirse la subsiguiente activación del apoyo a su deuda por parte del Banco Central Europeo en 2013. No es un entorno fácil y los compromisos por los sacrificios comprometidos deben ser tan firmes como sea posible alcanzar.
Santiago Carbó Valverde. Catedrático de Economía y Finanzas de la Bangor Business School e Investigador de Funcas.