Del próspero 'todo a cien' a la lupa de Hacienda
Con el fin del boom inmobiliario, las Inspección tributaria centró sus investigaciones en otras áreas de actividad y puso el foco sobre las importaciones asiáticas y los comercios de 'todo a cien'.
La Agencia Tributaria busca la detección y regularización de los fraudes relacionados con importaciones de países asiáticos en sectores como el textil o el calzado". Este era uno de los puntos incluidos en el Plan Integral de Prevención y Corrección del Fraude Fiscal, Laboral y a la Seguridad Social que el Consejo de Ministros aprobó en marzo de 2010. La caída de la mayor red de blanqueo en la operación Emperador se ha sustentado y apoyado en buena parte en el mayor control hacia las "importaciones asiáticas", que en el 99% de los casos proceden de China.
Los informes de Hacienda ya sugerían la existencia de irregularidades tributarias y laborales en "un gran número de comercios minoristas de productos muy variados y de precio notoriamente bajos, denominados popularmente todo a cien que mantienen abierto el local al público hasta horas muy tardías". Fuentes policiales reconocen que la macrooperación fue posible tras acumular y conectar muchas investigaciones de carácter menor que puso al descubierto un delito masivo de blanqueo.
El fin del boom del ladrillo -sector sobre el que Hacienda puso la mayor parte de efectivos para luchar contra el fraude fiscal-, supuso que la Inspección se centrara en otras áreas económicas. En este contexto, ganaron prioridad las investigaciones del comercio con China y la actividad de las empresas y establecimientos que este colectivo regenta en España. La colonia china se caracteriza por su hermetismo y falta de integración, aseveración que reconocen los pocos empresarios del gigante asiático que se han integrado en las organizaciones empresariales españolas. Uno de ellos es Hong Guang Yu Gao, miembro de la Cámara de Madrid dedicado a la exportación de vino a China y que ayer tuvo el teléfono móvil desconectado durante todo el día.
La macrooperación se inició con las investigaciones en el polígono de Cobo Calleja, situado en Fuenlabrada (Madrid) y que es, con diferencia, el mayor centro de distribución de productos chinos de toda Europa. Las empresas implicadas en la trama importaban productos de China que supuestamente no declaraban o lo hacían solo parcialmente y a precios inferiores a los reales. Se trataba de productos típicos que se encuentran en los todo a cien. En las investigaciones a este sector no resulta extraño que la Agencia Tributaria halle "subvaloración de bases imponibles en la deuda aduanera, elusión de medidas de política comercial a través de declaraciones falsas o incorrectas, fraudes en los derechos sobre la propiedad intelectual o minoración de las bases imponibles de los tributos internos a través de la emisión de facturas falsas u otros procedimientos".
En cualquier caso, los beneficios logrados a través del delito fiscal suponían la punta del iceberg de la trama delictiva. Según fuentes jurídicas, ese dinero se blanqueaba y entraba en el circuito legal a través de otros negocios como karaokes, restaurantes o comercios. Los establecimientos legales, siempre según fuentes de la investigación, también servían supuestamente para blanquear dinero procedente de la extorsión, los casinos ilegales o la prostitución.
La operación Emperador revela que la red delictiva controlaba todo el proceso. Desde la llegada de productos chinos que no pasaban los pertinentes controles, hasta la comercialización y la posterior reinversión de los beneficios en negocios legales e ilegales. La intervención de personas ajenas al colectivo chino se limitaba al blanqueo de capitales, en el que participaban contribuyentes españoles. Para dar una apariencia legal al dinero procedente de un delito fiscal o de un negocio ilegal, los defraudadores profesionales crean multitud de empresas interpuestas, algunas de ellas ubicadas en paraísos fiscales. A través de este entramado empresarial, el dinero negro viaja de una compañía bajo la apariencia de operaciones financieras o comerciales legales hasta que resulta muy complicado seguirle la pista. Aunque, al final del proceso, el dinero siempre vuelve al mismo bolsillo del que salió.