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El Foco
Tribuna
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¿Rescate, intervención, supervisión?

Tomando como referencia el rescate de España de 1959 y el Plan de Estabilización, los autores reflexionan sobre la oportunidad de aprovechar la coyuntura actual para cambiar nuestro modelo económico.

En general, las macromagnitudes, las grandes cifras, no suelen ayudar a la hora de entender lo que implican para la vida cotidiana del ciudadano, la agregación de magnitudes desde el caso individual hasta el volumen global. De hecho, se requiere un cierto ejercicio de ida y vuelta del uno al todo y viceversa, siendo particularmente aplicable el problema al mundo de las finanzas públicas y privadas.

Teóricamente podemos reducir la cuestión a algo tan sencillo como que se recurre a que alguien te preste lo que tú no tienes para poder realizar tus intenciones de gasto, con la complicación de que como ya te persigue una larga historia de endeudamiento tienes que hacer frente también a cuantiosas devoluciones de préstamos anteriores.

El asunto se complica cuando es preciso recurrir al argot especializado, todo él en inglés y con profusión de acrónimos y sobreentendidos, creados para y por expertos en economía, en el día a día y sus avatares, y en particular cuando estos son especialmente cambiantes y de gran fuerza dramática, como es el caso de España. Además no es posible un reduccionismo excesivo, cómodo pero poco explicativo, y tratar igual al sector público, a las empresas y a las familias.

De hecho distan de ser comparables y agregables; además dentro del sector público no son iguales el estado central que las comunidades autónomas e incluso que los ayuntamientos, y dentro de las empresas resulta, como primera medida, imprescindible separar al sector financiero del resto.

Así por ejemplo, y no es baladí, dentro de la deuda pública, la del Estado central tiene, al menos en parte, un cierto carácter de deuda perpetua, nadie espera endeudamientos por debajo del 50% del PIB, en la práctica muy por encima de ese ratio; sin embargo, a las comunidades autónomas se les reserva un lugar mucho menos privilegiado, tal y como pone sobre la mesa Financial Times, del jueves 16 de agosto, dado que su endeudamiento está prácticamente fuera del mercado de capitales, con un mercado secundario irrelevante, lo cual obliga a estas últimas a aproximarse al resto de los mortales en ésta materia, lo que se pide prestado hay que devolverlo en los tiempos actuales en plazos rabiosamente cortos.

La banca española con una fuerte exposición a la deuda pública, con nuestras entidades de referencia a la cabeza, no olvidemos que son las piezas clave como creadores del mercado de deuda pública, su dependencia de la financiación mayorista exterior y sus más de 375.000 de euros del Banco Central Europeo, presentan un nivel de exposición y riesgo en el mercado de capitales que junto al sobreapalancamiento de la mayor parte de las empresas de Ibex, y el fuerte endeudamiento hipotecario de las familias, redondean un panorama global que está obligando a un gran esfuerzo de reducción de deuda con sus implicaciones negativas, en el corto plazo, respecto del crecimiento económico.

Los meses de agosto han dejado de ser valles entre tranquilos y desérticos de información económica, así el inicio de la gran crisis financiera internacional, caso de Bear Stearns (EE UU) o Northern Rock (RU), cada uno a un lado del atlántico, allá por el lejano 2007, sucedieron en las primeras semanas de este mes. En nuestro particular mundo español vivimos un agosto del 2011 especialmente intenso, con cambio de patrones constitucionales y todo, y esta quincena del 2012 no parece estar muy lejos.

Siguiendo con los calendarios podemos adentrarnos, salvando todas las distancias necesarias, en la historia, para aproximarnos a esos conceptos de Rescate, Intervención y Supervisión, recurriendo al único rescate canónico que en la España económica moderna hemos vivido: el de 1959. En aquel entonces los mercados internacionales habían perdido la confianza en la solvencia de la economía española, el modelo económico de la denominada autarquía había colapsado en prácticamente todos sus frentes y para una economía totalmente dependiente del exterior -del suministro de materias primas como el petróleo, por no hablar de la tecnología básica-, suponía que no había forma de pagar los inminentes consumos más elementales e inmediatos. Hizo falta entonces pedir el rescate al Fondo Monetario Internacional, que prestó de forma directa el dinero y a cambio exigió un plan económico de reforma generalizada del sistema: Intervención, todo ello con el objetivo de conseguir un modelo más eficiente y capaz de generar los excedentes para poder devolver lo prestado. Para asegurarse que se cumplía el mismo, articuló un sistema de vigilancia y control del mismo y de su real ejecución: Supervisión.

Ahora hay que preguntarse qué significó el mismo. En primer lugar, se desmontaron los mecanismos de subvención y proteccionismos de amplias sectores, como el agrícola, con los consiguientes damnificados inmediatos, para a continuación incorporar la lógica del mercado en aras de la búsqueda de una mayor eficiencia y productividad. En definitiva, el Plan de Estabilización significó el despegue de la Economía española hacia un mundo más moderno y, en general, mucho mejor para todos.

En términos actuales estaríamos hablando, conceptualmente, de la misma idea, se trataría de cambiar los mecanismos de asignación de recursos de un modelo que no funciona, ni en el mercado laboral, ni en el sector financiero, ni en el energético ni en el sector público sanitario, por mencionar los iconos más relevantes. Son reformas, que sean cuales sean las exigencias externas e imperativos circunstanciales, había que acometer y, quizás estos factores externos, siempre que se gestionen adecuadamente, pueden incardinarse en una beneficiosa cadena de valor, sobre todo a la vista del panorama especialmente inmovilista actual y de los acarreos históricos y complejos intereses creados.

Independientemente de la perspectiva y la percepción del problema que se tenga, existe un gran consenso en la profesión de los economistas, sobre que el modelo económico español hace tiempo que no funciona bien y que algunos pilares que sirvieron para asentar el modelo institucional y social del año 1977 hace ya tiempo que debían haber sido sustituidos por referencias radicalmente diferentes. Hacer de la necesidad una virtud es algo más que una lectura en positivo del problema.

Valentí Pich / Leopoldo Pons. Consejo General de Colegios de Economistas

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