Un 'banco malo' a la irlandesa en España
Limpiar el sistema financiero español probablemente implique algún tipo de ingeniería financiera. Una parte central del plan aprobado con los socios de la eurozona consiste en apartar parte de los activos dudosos de las entidades en un banco malo. Aunque es una buena idea, la creatividad financiera será necesaria para financiar lo que podría ser una factura de 100.000 millones de euros y mantener los costes fuera del balance del Estado. Irlanda es un modelo.
Las entidades que reciban la ayuda estatal tendrá que participar, a menos que la ayuda sea inferior al 2% de sus activos de riesgo. El tamaño del banco malo podría ser enorme ya que todos los bancos excepto Santander, BBVA y CaixaBank podrían necesitar capital, según los informes publicadas en junio por Roland Berger y Oliver Wyman. Asumiendo que todas las entidades excepto esas tres accederán al banco malo, este compraría 205.000 millones de euros de activos inmobiliarios. Por supuesto, el banco malo no pagaría el valor nominal de los préstamos dudosos. Extrapolando los números de Oliver Wyman, el coste podría ser de unos 96.000 millones. En Irlanda, el banco malo pagó 32.000 millones de euros por 74.000 millones de activos.
¿Cómo podría el banco malo financiar una compra así dados los problemas de liquidez de Madrid, ya que gran parte del rescate bancario será para recapitalizar a los bancos? Parte de la respuesta es hacer del banco malo una entidad fuera del balance. Bajo las reglas contables de la Unión Europea, esto se puede lograr siempre y cuando el Estado no tenga una participación mayoritaria en ella.
Así pasó en Irlanda: la Agencia Nacional de Gestión de Activos (NAMA) tiene solo un 49% del banco malo que financió la compra de los activos. El 51% restante pertenece a inversores privados, originalmente los brazos de la gestión de activos de los bancos rescatados. Si el mismo modelo se usara en España, el FROB podría quedarse con una minoría y el resto los bancos rescatados.
Pero un vehículo fuera de balance solo soluciona parte del problema de financiación. La segunda parte de la solución es el apalancamiento. Así lo hizo Dublín: su banco malo compró esa montaña de créditos con solo 100 millones de euros de capital, y el resto con bonos.
¿Pero quién prestaría tanto dinero a un banco malo? La respuesta astuta es que sean los propios bancos rescatados. Recibirían bonos del banco malo como pago de sus préstamos incobrables. Los bonos estarían garantizados por el Estado español y se podrían utilizar como colateral ante el Banco Central Europeo a cambio de liquidez. De nuevo, el modelo irlandés.
La pregunta entonces es cómo pagar el cupón de estos bonos, dado que el banco malo no va a generar muchos ingresos de sus activos inútiles. En el caso irlandés, el banco malo emitió bonos a un año. Sigue emitiendo nuevos bonos cuando los viejos vencen. Estos pagan un cupón dos veces al año igual al euríbor a seis meses, que solo es del 0,75%.
Mientras que el banco malo español podría tener una estructura similar al irlandés, quizás no pueda aguantar tanto apalancamiento. Los activos están todos en España, y un tercio es suelo. En Irlanda, un tercio de los activos se encuentran en Reino Unido, y potencialmente más fáciles de vender. El BCE determinaría las condiciones financieras. Podría insistir en que el banco malo tenga un gran colchón de capital. Si así fuera, el FROB podría disponer de hasta 25.000 millones de euros destinados a tal efecto por el programa de rescate de la zona euro, según un borrador del documento. Lo malo es que cuanto más capital se introduzca, más tendrá que ser aportado por los bancos rescatados para mantener el banco malo fuera del balance del Estado. No es que los bancos tengan que proporcionar liquidez. Recibirán capital en el banco malo como parte de la ponderación de sus activos tóxicos.
Del mismo modo, el BCE podría insistir en un mayor cupón que el del euríbor a seis meses, o insistir en un tipo de interés a largo plazo para lo que podría ser una operación a largo plazo. La pega es que el banco malo no tendría suficientes ingresos para pagar el cupón, y tendría que recortar su apalancamiento aumentando capital o pagando un menor precio por los activos. El ministro español de Economía haría bien en hacer un viaje rápido a Fráncfort, y rogar un poco.