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Especial Infraestructuras. El desafío exterior

Emergentes, un territorio aún por conquistar

El desconocimiento del mercado local, el proteccionismo y la presencia de grandes rivales dificulta la entrada de las constructoras españolas.

Operarios de la brasileña Odebrecht trabajan en la construcción del Puente Continental, en la Amazonía peruana.
Operarios de la brasileña Odebrecht trabajan en la construcción del Puente Continental, en la Amazonía peruana.Bloomberg

Mientras el consumo de cemento en España retrocede hacia los 17 millones de toneladas (desde el pico de 56 alcanzado en 2007), en Brasil ha roto la barrera de los 64 millones. Esto da una idea de la oportunidad que las economías emergentes suponen para los contratistas españoles, golpeados por la brutal caída de la obra pública doméstica.

Pero entrar en estos mercados no es fácil. La prueba es que a pesar de su gran experiencia internacional, aún es reducido el ramillete de constructoras nacionales que pueden ufanarse de estar operando en estos países.

Desde gigantes como China o Sudáfrica hasta países más pequeños como Egipto, Colombia o Perú, las naciones emergentes llevan varios años licitando carreteras, centrales de energía y redes de telecomunicaciones para cerrar su déficit de infraestructuras.

Es verdad, Sacyr lidera el consorcio que está ampliando el Canal de Panamá, Abengoa está terminando una desaladora en Qingdao y OHL está construyendo un impresionante túnel debajo del estrecho del Bósforo que conectará por tren Asia y Europa.

Sin embargo, el grueso de la cartera internacional de las grandes constructoras nacionales está concentrado en países desarrollados como Inglaterra y Canadá, y los países del este de Europa con influencia del euro. Y si algo concentra su atención ahora es ganar presencia en Estados Unidos y Australia.

"La principal dificultad para conseguir proyectos en países emergentes es la incertidumbre que genera no conocer a fondo el mercado local y los condicionantes económicos, legales, sociales y políticos", dice Fernando Vizoso, gerente sénior del sector infraestructuras de KPMG en España.

Brasil exige a las empresas españolas un certificado muy difícil de conseguir

De acuerdo con un reciente estudio de la consultora, que se basa en entrevistas con directivos de 161 ingenierías y constructoras de todo el mundo, la principal preocupación es el acceso a personal debidamente cualificado, seguido de los riesgos políticos y las diferencias culturales.

Según Vizoso, la forma general de atenuar estos temores es establecer sociedades (joint ventures) con empresas locales, aunque advierte que esto también entraña cierto riesgo, ya que no siempre es fácil evaluar correctamente el posicionamiento económico y la reputación de estos socios.

"Otra dificultad es la competencia de empresas locales o procedentes de países cercanos, con estructuras de costes más contenidas y, por tanto, más competitivas en el momento de la licitación", añade. Es el caso, por ejemplo, de Brasil y México, donde constructoras y concesionarias nacionales como Odebrecht, Andrade Gutierrez, Queiroz Galvao, CCR, ICA e Ideal acaparan la mayoría de proyectos.

José Manuel Rodríguez, consejero económico y comercial de la Embajada de España en Brasilia, recuerda que no es tan fácil que un país abra su mercado de infraestructuras a una empresa extranjera -"lo mismo pasa en Europa"- y que efectivamente, Brasil tiene constructoras de primer nivel; sin embargo, destaca que las compañías españolas son las extranjeras que más concursos han ganado en el país suramericano desde 2007.

"De las siete carreteras federales que Brasil sacó a licitación ese año, cinco se adjudicaron a OHL y una a Acciona. Isolux ganó otra en 2009, además de las obras de la línea 4 del metro de São Paulo en mayo de este año", precisa.

Por otra parte, si bien los proyectos que el Gobierno de Dilma Rousseff saca a concurso público son muchos, la mayoría son de financiación nacional, por lo que no pueden presentarse empresas extranjeras.

Los márgenes en China son tan bajos que restan atractivo a la inversión

Las filiales deben aportar un certificado del Colegio de Ingenieros de Brasil que acredite su experiencia. El problema es que este certificado solo reconoce las obras ejecutadas dentro de territorio brasileño, por lo que las filiales no pueden utilizar los certificados de obra de sus matrices en el exterior.

A esto se suma que constituir una empresa en Brasil tarda 119 días. No es casual, pues, que ninguna constructora extranjera participe en las obras de los estadios del Mundial.

Hasta hace poco, los consorcios españoles tampoco tenían fácil acceder a licitaciones internacionales (aquellas que reciben financiación del Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo o la Corporación Andina de Fomento), ya que se les exigía unos ratios de liquidez y endeudamiento muy bajos.

"Una exigencia así tenía sentido en un mercado como el brasileño, donde los tipos de interés son altísimos y las empresas prefieren financiarse con recursos propios. En Europa, en cambio, las compañías tendían a endeudarse porque los tipos eran bajos, lo que las dejaba fuera de concurso de facto", explica Rodríguez.

Aclara que eso cambió en 2007, cuando los contratos empezaron a rebajar esta exigencia, y fue lo que hizo posible la entrega de concesiones a OHL, Acciona e Isolux.

Pero si conseguir proyectos en Brasil es complicado, hacerlo en China parece casi imposible. "Hace falta tener una filial establecida en sociedad con una empresa local y las licitaciones no son internacionales, por lo que hay poca transparencia en la publicación de los concursos", señala Pedro Conesa, director de la oficina en España de Interchina Consulting.

Ni siquiera en Europa es común que un país ceda sus carreteras a una compañía extranjera

Abengoa, por ejemplo, está haciendo la desaladora de Qingdao en sociedad con el municipio de esa ciudad.

"Si bien en términos de gestión y tecnología, las constructoras españolas están muy por encima de sus rivales chinas, estas son muy competitivas en precios, lo que dificulta conseguir márgenes interesantes. El retorno de la inversión ahí no es tan alto como, por ejemplo, en América Latina", explica Conesa.

Aun así, destaca que se trata de un mercado cuyo proceso de urbanización continúa, por lo que ofrece muchas oportunidades en infraestructuras de transporte y tratamiento de aguas y residuos sólidos, áreas en las que las empresas españolas son punteras.

Pero cuidado: si de verdad quieren posicionarse, las compañías españolas tienen que darse prisa, porque a medida que el tiempo pasa, las empresas chinas también se van sofisticando y exigiendo tecnologías cada vez más especializadas. En ese sentido, advierte que España llega algo tarde.

"Las grandes constructoras francesas como Suez y Veolia llevan varios años trabajando en China. Las oportunidades existen y todavía queda recorrido. Sin embargo, es un mercado que evoluciona y aprende muy rápidamente, por lo que las ventanas de oportunidades son cada vez menores".

La internacionalización de las compañías chinas abre también la posibilidad de alianzas con grupos españoles, en las que ambas partes se beneficien del posicionamiento del otro, "ellas del nuestro en América Latina y nosotros del suyo en el sureste asiático".

Algunos países desarrollados también ofrecen oportunidades

Fernando Vizoso, experto de KPMG, admite que ante un mercado de infraestructuras doméstico "claramente deprimido", las oportunidades para las empresas del sector se encuentran efectivamente en las economías emergentes, "pero también en algunos mercados desarrollados que tienen la necesidad de renovar su stock de infraestructuras", entre los que cita a EE UU, Canadá, Reino Unido y Europa del Este.

"EE UU está poniendo en marcha grandes programas de renovación de sus infraestructuras de transportes y energía", señala. En cuanto a los mercados emergentes más atractivos, se queda con Brasil, India, México y los países del Golfo. "China presenta un enorme volumen de negocio", pero la competencia local es muy fuerte y el marco para la inversión extranjera "no es aún el más idóneo".

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