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Columna
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La OPEP y la caída del precio del crudo

La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) buscará la paz esta semana en Viena. No será fácil. Se cierne una de las peores luchas internas en sus 50 años de historia. Esto podría hacer más difícil afrontar la crisis del euro, que no muestra signos de aflojar y no es un buen presagio para el precio del crudo. Los indicios sugieren que la OPEP no podrá hacer mucho al respecto.

Las amenazas abundan para los ministros convocados. El boom del gas pizarra en América está empezando a minar la demanda de su cliente más importante. Los miembros de la OPEP también están consumiendo más de su propio producto, dejando menos a la exportación. Pero los hechos acaecidos en Europa son la preocupación más importante. La demanda de la eurozona apunta a un 12% de todo el petróleo global, o al menos la mitad que la de EE UU. La OPEP tiene un pobre registro de interrumpir esas caídas. En los últimos 20 años el cártel ha reducido la producción 13 veces para intentar subir los precios. Las tres cuartas partes del tiempo, la táctica ha tenido éxito en tres meses. Hay tres notables excepciones: 1998, 2001 y 2008. En cada caso, en medio de una recesión económica en todo el mundo, llevó una media de 15 meses que los recortes surtieran efecto.

Con un frente unido, los 12 miembros tendrían una mejor oportunidad de avanzar en sus intereses. Pero las reuniones recientes han estado entre las menos cooperadoras desde que se formó la OPEP. El ministro saudí Ali al Naimi describió la última reunión de junio de 2011 como "una de las peores", después de que el grupo fracasara en aprobar un objetivo de producción por primera vez en 20 años. Desde entonces apenas ha habido una mínima descongelación. Irán, por ejemplo, está furioso con el aumento de producción de Arabia Saudí, en su nivel máximo en tres décadas.

Esta fracción, junto a la perspectiva de mayores tensiones económicas, hace que, al menos por ahora, los devoradores de gasolina de todo el mundo no tengan mucho que temer de los monopolistas del petróleo mundial.

Por Cristopher Swann

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