Hacer de la necesidad una virtud
Toda economía desarrollada depende, de una forma relevante, de su sistema financiero, de su sistema bancario, y la nuestra está lejos de ser una excepción. Hay que recordar, además, el hecho de que nuestro espectacular crecimiento económico de la última década se ha cimentado, en una parte muy significativa, por la hiperactividad crediticia del mismo, el cual a su vez no hubiera adquirido el tamaño actual sin la obtención de recursos financieros de operadores foráneos. El resultado final es que el conjunto de la sociedad española constituye una comunidad endeudada -tanto las familias y las empresas como las Administraciones- en un momento en el que financiarse en los mercados internacionales que necesitamos no es, desgraciadamente, ni barato ni fácil. En este contexto, ser unos deudores fiables, con capacidad y con voluntad de cumplir los compromisos adquiridos, resulta fundamental.
La profunda crisis financiera internacional, y nuestra particular historia económica y financiera reciente, condiciona la confianza en nuestro sistema financiero por parte de los prestamistas externos y ello nos traslada a una situación especialmente delicada. El informe de 30 de mayo del Fondo Monetario Internacional publicado el pasado sábado, con 76 páginas dedicadas a la banca española, ha puesto en evidencia la imperiosa necesidad de clarificar la capacidad de esta para devolver lo que debe. Y para ello, hace falta que se den dos condiciones: las soluciones a corto plazo y la confianza en el medio y largo plazo del conjunto de nuestras posibilidades, en este caso, como país.
La respuesta ante este inquietante panorama aparece con la reunión de los ministros de los 17 países de la Eurozona, en ese mismo sábado de marras por la tarde, en torno a un único tema central: la búsqueda de una solución para la banca española. Todo ello en un contexto económico y político muy estresado, que aunque conocido, no debemos olvidar. La desconfianza creciente sobre la capacidad real de nuestro sistema de gobernanza comunitario, en relación al euro, en un contexto de débil crecimiento económico con dificultades financieras internacionales e hitos como pueden ser las elecciones del próximo domingo en Grecia, constituyen variables ineludibles a recordar.
La posibilidad de disponer en unas condiciones muy ventajosas hasta de cien mil millones de euros para que se asignen al sector financiero, a través de nuestro llamado Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), constituye una singularidad y marca una importante diferencia respecto a otros modelos de ayuda utilizados en Grecia, Irlanda o Portugal, en línea con lo claramente expuesto por el ministro de Economía y competitividad, Luis de Guindos.
Las crisis financieras no son nuevas en nuestro contexto; hay que recordar la crisis de 1983, con prácticamente una treintena de bancos fuera del sistema, ni en nuestro entorno europeo. Es paradigmática la intervención bancaria en Suiza, Reino Unido, Bélgica o la propia Holanda. Sin duda la reconversión de las cajas de ahorro era una asignatura pendiente, que llevaba retraso respecto de las experiencias ya concluidas, como la alemana, francesa o italiana, y ello no ha beneficiado al contexto general.
En cualquier caso, cuando de política económica se habla hay que recurrir a una máxima que es condición necesaria, aunque no suficiente, para acertar, que es la de la anticipación. Los 18 real decretos leyes en marcha al menos cumplen este requisito; el resto depende de la combinación entre lo estructural y circunstancial de los factores convergentes, y en ellos estamos implicados todos los que integramos la sociedad civil, y en lo que a los economistas se refiere, con especial énfasis.
En realidad, el fondo del asunto está en navegar entre tres escenarios, que son: el del Fondo Monetario Internacional, en el informe mencionado, Spain: Financial Stability Assessment, que es el más optimista de los oficiales; el del Banco de España, que es el intermedio, y el pesimista del propio Fondo, donde los grandes retos se centran en la recuperación de la economía española y que nuevamente nos recuerda las cifras de paro como problema y el crecimiento económico como solución. La buena noticia es que sea cual sea el escenario que afrontemos contamos con capacidad de flotación.
Una vez llegados hasta aquí debemos concienciarnos de que esta singularidad respecto a otros entornos de actuación comunitaria de ayuda requiere que la economía española, y más concretamente el conjunto de la sociedad española, especialmente el tupido entramado administrativo, responda ineludiblemente a los desequilibrios que arrastramos con el esfuerzo, la dedicación y el sacrificio que sean necesarios, para hacer de la necesidad una virtud, aprovechando la oportunidad para resolver los problemas pendientes de una vez por todas.
Valentí Pich / Leopoldo Pons. Presidente del Consejo General de Economistas / Presidente del Colegio de Economistas de Valencia