Una alternativa para la financiación empresarial
Estamos saliendo de la crisis -permítanme esta forma positiva de expresarme-. Mientras los organismos internacionales y el Gobierno adecuan el marco regulatorio y adoptan medidas de intervención para crear un entorno macroeconómico favorable, las empresas y los particulares procuran en ese contexto crear valor y generar riqueza con su actividad económica.
En estas circunstancias, la actividad del capital riesgo se presenta como un ámbito muy propicio para que la economía real y la economía financiera unan sus fuerzas. La Bolsa y los demás mercados de valores son un ámbito reservado para las grandes corporaciones. Frente a ellos o, mejor dicho, junto a ellos, el capital riesgo se configura como una alternativa para la financiación tanto de las grandes empresas como de las pequeñas y las medianas. En 2011 se han realizado en España 967 operaciones de capital riesgo. Han supuesto una captación de fondos económicos para las empresas por importe de 3.233 millones de euros. De estas operaciones, 5 han superado el volumen de 100 millones de euros; 39 se sitúan en la franja media, conocida como middle market (de 10 a 100 millones de euros por operación) y el resto han sido transacciones de distintos importes con pequeñas y medianas empresas. En consecuencia, el capital total gestionado a fecha de hoy por la cartera de participaciones de los operadores de capital riesgo en España está en el entorno de los 25.000 millones de euros.
Como sucede con otras instituciones mercantiles, el capital riesgo hace una entrada anodina en nuestro ordenamiento por medio de una ley de acompañamiento; esta, de 1986. Hoy, regulado por la Ley 25/2005, de 24 de noviembre, está consolidado en el tráfico jurídico-económico.
Las entidades de capital riesgo (ECR) ya son conocidas por el público inversor, como lo son las instituciones de inversión colectiva (IIC). Existe, además, un claro paralelismo entre los tipos de IIC y de ECR. Estas segundas, básicamente, son las sociedades de capital riesgo (SCR), los fondos de capital riesgo (FCR) y las sociedades gestoras de entidades de capital riesgo (SGECR). Su función económica, sin embargo, tiene especificidades que las diferencian.
La estrategia inversora del capital riesgo tiene un recorrido circular que puede sintetizarse en cinco pasos: primero, captación de fondos de los inversores; segundo, inversión de esos fondos en empresas con productividad potencial o actual (entidad target); tercero, generación de plusvalías por las empresas objeto de la inversión; cuarto, desinversión de los fondos, buscando por distintas vías terceros adquirentes, y quinto, restitución de la inversión y de los beneficios alcanzados a los inversores iniciales.
La operativa del capital riesgo está integrada por múltiples estructuras contractuales, que permiten ajustarse a las necesidades y objetivos de la inversión: adquisición de una compañía por parte de su equipo directivo (MBO, management buy-out); adquisición de una compañía y entrada de un nuevo equipo directivo (MBI, management buy-in); compra de participaciones en una compañía solicitando financiación para la compra -apalancamiento y garantizando esa deuda con los propios activos adquiridos- es más que probable que no veamos muchas de estas operaciones en fechas cercanas (LBO, leveraged buy-out); compra de participaciones por un grupo de capital riesgo (IBO, institutional buy-out), etc.
Las operaciones de capital riesgo también se adaptan a la fase de evolución en la que se encuentre la entidad target: capital semilla (seed), arranque (start-up), otras fases iniciales, expansión y sustitución (replacement).
La captación de fondos se ha convertido en un reto mayor en el momento actual. No se puede contar ahora con el sector público y las cajas de ahorros. La banca está comprometida por la situación que atraviesa la deuda pública. Esto ha dado lugar al crecimiento de la inversión de otros aportantes como los fondos de pensiones, los fondos de fondos y las compañías de seguros.
Pero el capital riesgo quiere aprovechar esta coyuntura para abrirse a la inversión internacional. Esa apuesta es un motivo más para que el Gobierno y los agentes económicos continúen en la línea de renovación de nuestro modelo de economía, basado en el sector inmobiliario y su financiación bancaria, y apunten hacia la innovación y la mejora de la competitividad.
Por todo lo expuesto, la Cátedra de Derecho de los Mercados Financieros de la Universidad CEU San Pablo considera muy oportuna la organización de la jornada El capital riesgo: una alternativa para la financiación empresarial que se celebrará esta semana.
Alfonso Martínez-Echevarría. Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad CEU San Pablo