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Las preferentes y el timo de la estampita

Oh, sorpresa, los tenedores de participaciones preferentes de BBVA y Santander han acudido al canje propuesto por las entidades con porcentajes búlgaros, superiores al 98%en ambas entidades. Los comerciales de la red habrán cumplido los objetivos de conversión que, con toda seguridad, les fueron dictados por las entidades, al igual que en su día consiguieron cumplir los objetivos de venta de preferentes. Paradójicamente, esta vez han tenido que insistir y asustar al personal explicando las pésimas condiciones del mismo producto que colocaron al por mayor hace pocos años. Es decir: no tiene mercado en el que vender, la rentabilidad depende de la voluntad de la cúpula de la entidad y el activo puede absorber pérdidas.

Han sido unos cuantos los que me han preguntado si es mejor canjear la preferentes o no. Y siempre he dicho lo mismo: En su día te engañaron; ahora no hay vuelta atrás. Y hoy te están diciendo la verdad. El activo que la banca colocó masivamente en los últimos años, unos 12.000 millones de euros en 2009 no es lo que la red comercial decía que era. Se colocó como si fuera un depósito cuando se parece más a una acción. Y no hay forma de quitárselas de encima.

De hecho, en 2009 la CNMV advirtió que las preferentes emitidas por Santander deberían pagar más rentabilidad de la que se ofrecía, en aquel momento un 2,2% sobre euríbor, nota que el banco tuvo que incluir en su folleto. Por aquel entonces, Rabobank, un banco holandés con la máxima calificación crediticia (algo de lo que no podía presumir Santander) daba a los inversores un 11% . En el periódico, todo sea dicho, advertimos con reiteración sobre el riesgo de comprar estos activos. 

En estas condiciones, la oferta de canje está lejos de ser un chollo. De hecho, suponen la conversión de preferentes en bonos subordinados, una cosa bastante parecida. De hecho, en el tríptico del canje que ofrece el BBVA se especifica que el consejo de administración del banco puede decidir, así por las buenas, dejar de pagar el cupón del 6,5%. Es una emisión, también, de liquidez limitada, y el banco tiene 30 días para convertir los bonos en acciones, periodo durante el que el inversor tiene su capital (más) inmovilizado. Aun así, mejor tener acciones que preferentes, por más que la mayoría de los inversores que las compraron lo que querían era, más bien, una imposición a plazo fijo. 

Hoy se canjean estas preferentes por el mismo motivo por el que en su día se vendieron a granel. Al ser un producto que se consideraba híbrido entre capital y deuda (lo que explica algunas de sus características menos apetecibles, como la posibilidad teórica de absorber pérdidas o que la remuneración no sea fija), en su día sirvieron para reforzar los balances. Ahora, con las nuevas normas, ya no computan de esta forma, por lo que carecen de utilidad para los bancos, que las convierten en acciones (que sí son capital de primera categoría). En resumen, por más que el sector proteste por la nueva regulación, al final el que paga es el cliente. Y no por culpa de la normativa, sino porque en España la oficina bancaria sigue siendo la ley de la selva. Las entidades aprovechan la mejorable cultura financiera del país y quizá un exceso de confianza del cliente para colocar, literalmente, cualquier cosa. Mientras, los supervisores se lavan las manos. Uno, la CNMV, porque tiene las competencias limitadas. Otro, el Banco de España, porque la colocación de estos productos refuerza el capital de la banca. Y, mientras, el ahorrador que quería un depósito es, ahora, accionista de los bancos.

Música contra la crisis. Tom Petty and the Heartbreakers, Free Fallin'

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