_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Mejor con burbujas

Las burbujas, en sí mismas, no son malas. De hecho, si se comportan como tales, como auténticas burbujas, son de gran utilidad para el sistema. No es lo mismo una burbuja en el cava que una burbuja en el aereonfix. En el primer caso, la burbuja da vida y alegría a la bebida, desapareciendo cuando nadie la hace caso. En el segundo caso, la burbuja permanecerá siempre molestando desde el forro del libro de texto. No ha sido lo mismo la burbuja de las puntocom que la burbuja inmobiliaria.

Día 14 de febrero de 2000, barrio de El Batán, a las afueras de Madrid. Entramos un amigo, director de sucursal de una caja de ahorros, y un servidor en un merendero, cerca de la estación del suburbano. Mesas con mantel de papel, mismos cubiertos para primer y segundo plato, vino con gaseosa, paella Pantone 107C, amarillo primavera. Todo correcto, clásico sitio de menú diario, más monos, azules y blancos, que trajes. Algo llama mi atención. Como esos errores en las antiguas películas de romanos, cuando algún legionario saludaba marcialmente con el reloj de pulsera en la muñeca. En la televisión, a todo volumen, la cadena Bloomberg. El dueño del local, cliente de mi amigo, grita desde la barra: ¡Amigo, la Bolsa sube ya un 14,17%!". Realmente lo que indicaba la pantalla era que eran las 14.17 de la tarde. Muchos españoles, de todo tipo de nivel económico, compraban acciones en Bolsa.

Ese día, las acciones de Terra alcanzaron su máximo histórico, 157,6 euros. Habían salido a Bolsa algunos meses antes, el 17 de noviembre de 1999, a 11,81 euros. Mucha gente ganó mucho dinero con Terra y mucha gente perdió mucho dinero con Terra. Cuatro años después, también un 14 de febrero, Telefónica lanzó una opa por la totalidad de las acciones de Terra, a 5,25 euros. Esta burbuja, esta montaña rusa, popularizó enormemente la Bolsa en España. Proporcionó a esta compañía una capitalización de más de 41.000 millones de las entonces pesetas en pocos meses. Desgraciadamente, el recuerdo que perdura es el de las personas que perdieron dinero, no el de las personas que lo ganaron. Por lo tanto, se perdió la afición. La Bolsa es un instrumento perfecto para crear, contener y reventar esas burbujas. Estados Unidos ha hecho posible la revolución tecnológica, que en este momento dominan empresas norteamericanas. Cuando explota la burbuja, sobreviven las buenas empresas y desaparecen las malas. Así ha sido desde el tiempo de los ferrocarriles o la fiebre de los tulipanes en Holanda. Los pasos son: crea una empresa alrededor de un proyecto, busca capital entre los fondos de capital riesgo. Si el negocio funciona, estos fondos pueden sacar la empresa a Bolsa y no solo recuperar la inversión, sino ganar mucho dinero; las famosas IPO. Si tienen éxito dos de cada diez proyectos, salen las cuentas. En España no actuamos así. Crea una empresa alrededor de una idea, ve al banco y con mucha suerte y mucho aval, a lo mejor te dan algo de dinero. Más tarde, más te vale que la empresa funcione rápido y bien. Están las subvenciones de las Administraciones públicas, pero no suelen dar el par de millones de euros que hacen falta para desarrollar un proyecto tipo Facebook. Más bien capital guasa que capital riesgo. Con el sistema americano, toda la población invierte, apuesta, pierde o gana en estas burbujas. Están donde deben estar. Aquí seguimos mirando para papá Estado.

Sin embargo, las burbujas persistentes no revientan. No bajan su precio, no generan riqueza ni trabajo. Los pisos tienen que bajar a niveles de 2003, dicen los expertos. Pero no bajan. Y se pudren en su precio actual provocando la paralización del sistema y destruyendo por igual a empresas buenas y malas. Destruyendo empleo.

El Ibex 35 es lo suficiente flexible como para permitir que los dos grandes bancos españoles se hayan movido desde los 7,5 euros a los 5,25 euros y vuelta a subir, en menos de dos meses. Siempre hay gente que piensa que el valor tal va a bajar y gente que piensa que va a subir. El problema es cuando no hay transacciones, cuando se para la máquina.

Las burbujas son buenas si están bien colocadas, y si al final explotan. Focalizan una gran cantidad de dinero, durante un periodo limitado de tiempo, en un sector o una tecnología que de otra forma no tendría acceso a ese capital. Las burbujas han creado a Amazon, Yahoo, Google, eBay, Apple, etc., y la posibilidad de una salida a Bolsa ha propiciado la inversión en Facebook, LinkedIn, Foursquare, etc.

Hay empresas muy buenas en España que inventan y desarrollan en ese mundo. Tuenti es una de ellas. ¿Ha salido a Bolsa? No; la ha comprado Telefónica.

La burbuja, si es burbuja, es buena.

Carlos Rosales. Director general de Nostromo

Archivado En

_
_