Popular y Pastor desatan la nueva ola de fusiones
Este fin de semana, como ha venido siendo una práctica bastante habitual en los dos o tres últimos años, se ven las caras los dos líderes políticos más relevantes de la zona euro. Angela Merkel y Nicolas Sarkozy tratarán de perfilar un mecanismo convincente para recapitalizar el sistema financiero europeo para poder absorber el golpe de la quiebra de Grecia, que todo el mundo considera inevitable, así como hipotéticas pérdidas ulteriores en las carteras de deuda soberana de otros países periféricos. Esta recapitalización es imprescindible en países como Francia, Alemania u Holanda, pero terminará removiendo las posiciones de los bancos españoles, que aunque tienen menos exposición a la deuda soberana, el simple hecho de un reforzamiento de la solvencia con dinero público de los competidores les dejaría en desventaja competitiva en un mercado muy exigente. El mercado presiona, Grecia presiona, el FMI presiona. Merkel y Sarkozy deberían ofrecer ya, a más tardar en la cumbre de jefes de Estado y Gobierno de la próxima semana, una alternativa solvente, rápida y financiable.
Pero los bancos españoles, aunque tengan menos riesgo depositado en las emisiones de los países de la zona euro rescatados, tienen, y mucho, en las emisiones españolas. Y aunque estas no deberían generar pérdida en las cuentas de los bancos, sería bueno reforzar la provisión de capital para protegerse ante un recrudecimiento futuro de las tensiones en los mercados de deuda. En todo caso, donde la banca española sí tiene riesgo evidente, y creciente por la longevidad excesiva de la crisis, es en la actividad inmobiliaria. El fondo de rescate bancario en España tiene ya bajo su control la gestión de un balance de cerca de 300.000 millones de euros, aunque el riesgo inmobiliario sea inferior. Y el propio Banco de España ha advertido que caídas adicionales de los precios de los inmuebles, pero sobre todo del suelo, exigirán nuevas inyecciones de capital en todas las entidades, y especialmente en las cajas de ahorros, que han practicado una política de concesión de crédito a promotores muy expansiva.
Aunque el supervisor ha dado por concluida la recapitalización, ya hemos recordado en estas páginas que no puede considerarse cerrada porque no hay visibilidad sobre el fin de la crisis. Por ello, el sistema financiero debe transformarse radicalmente, tanto por la presión exterior como por la interior, y el mapa actual de entidades, ya mermado con las fusiones de cajas, experimentará un segundo terremoto en el que seguramente tendrán que desaparecer las fronteras entre cajas y bancos.
Este viernes, con más precipitación de la esperada, han anunciado su fusión Banco Popular y Banco Pastor, en la que es la primera operación en la que están implicados bancos comerciales. Con una oferta amistosa de más de 1.300 millones de euros pagaderos en acciones de nueva emisión, Popular toma la iniciativa en esta segunda oleada de operaciones y rompe la resistencia a las fusiones en la banca mediana, que simplemente por su tamaño estaba en el segundo flanco de vulnerabilidad tras las cajas de ahorros. Con esta fusión se soluciona un problema de pequeño tamaño, porque pequeño tamaño tiene el Pastor, entidad que había suspendido las pruebas de estrés en julio pasado, si se excluían determinados instrumentos considerados en España capital de primera categoría, pero censurados por las autoridades europeas.
La entidad resultante supera con creces los 100.000 millones en activos, pero sigue antojándose de pequeño tamaño para jugar en un mercado como la zona euro. Tiene, eso sí, la virtualidad de desatar las hostilidades corporativas en el sector financiero español, que entra desde ahora en permanente agitación, y es también la primera fusión bancaria en el territorio euro desde que el BCE anunciara la apertura de los grifos de la liquidez para dar tranquilidad a todas las entidades de la zona.
En España, las necesidades agregadas de capital son bastante más elevadas de lo que abiertamente se admite. Dado que no podrá hacerse frente a ellas con capital privado, y que el público será vigilado con lupa por los mercados, tendrá que ser aportado en algunos casos, con operaciones de fusión, por las entidades más sanas para curar las menos sanas, fundamentalmente las cajas de ahorros.