_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Una de cal y otra de arena del BCE

En la reunión celebrada ayer, el consejo de gobierno del Banco Central Europeo abrió casi sin límites el grifo del crédito a los bancos, pero también mostró su cara antiinflacionista más estricta no rebajando su tipo de interés de intervención.

En los últimos años, el Banco Central Europeo se ha visto obligado a flexibilizar su misión de política monetaria, hasta hace poco centrada en la defensa monolítica de la estabilidad de precios. La tragedia griega, desencadenada en mayo de 2010, le obligó a comprar bonos del Gobierno heleno y, durante la tormenta financiera del pasado mes de agosto, tuvo que hacer lo propio con las deudas soberanas de Italia y España. Estas acciones provocaron una división en el directorio del instituto emisor, y la dimisión de Jürgen Stark, economista jefe del BCE, alineado con el bando más ortodoxo.

Otra vía de flexibilización ha sido la inyección masiva de liquidez para aliviar la sequía de crédito de los bancos de la zona euro. A finales del mes pasado, el BCE suministró el mayor préstamo a tres meses de todo este año, del que se beneficiaron un total de 214 entidades bancarias, realizó subastas a plazos más cortos, e incluso concedió préstamos en dólares por valor de 500 millones.

Ayer, decidió recuperar el programa de compra de bonos de los bancos por un montante de 40.000 millones de euros, y mantenerlo vigente entre noviembre de este año y finales de 2012. También reinstauró las subastas de liquidez a plazos que pueden llegar a los 12 y 13 meses. Todas estas medidas van encaminadas a reactivar el crédito bancario a familias y empresas, fortaleciendo así los mecanismos de transmisión de la política monetaria.

Pero hay un aspecto en la estrategia monetaria del Banco Central Europeo que no se ha movido un ápice. A lo largo de sus 13 años de existencia, el BCE ha perseguido una inflación muy reducida, alrededor del 2%, y ha puesto el tipo de interés a su servicio, pase lo que pase en las economías de la euro zona. Esto le ha llevado a acciones equivocadas, como subir el tipo de interés en julio de 2008, en plena fase de declarada contracción económica, o en no bajarlo cuando las dificultades de reactivación lo pedían a gritos. La decisión de no variar el tipo de interés -situado en 1,5%- que tomó ayer su consejo de gobierno, se enmarca en esta línea y resulta criticable no solo por la recesión que está amenazando a todos los países de la zona euro sino también porque se olvida de los factores que empujan los precios en los meses más recientes.

Las últimas previsiones económicas de Goldman Sachs, de la OCDE y del Fondo Monetario Internacional indican que el PIB de la mayoría de los países de la zona euro, incluidos los más fuertes, registrará una reducción en el último trimestre del presente año, que podría prolongarse durante los primeros trimestres de 2012. Ante esa situación procede adoptar medidas monetarias expansivas, como lo han hecho los bancos centrales de Reino Unido y de Estados Unidos, y como lo propone el FMI. Frente a esto, el BCE se ha limitado a expandir la cantidad de préstamos sin bajar su precio. Aparte de que querer controlar cantidad y precio a la vez no es consistente en mercados libres, la disminución de los tipos de interés es necesaria para reducir la carga de la deuda de particulares y empresas y reanimar la inversión.

El BCE tampoco ha tenido en cuenta que las recientes presiones que han situado la inflación europea alrededor del 3%, dando lugar a una situación de estanflación, provienen de perturbaciones de oferta unidas a la crisis de los sistemas financieros y a los problemas de la deuda soberana. Tal y como lo demuestran los modelos macroeconómicos del Servicio de Estudios del propio BCE, estos factores determinan nuevos equilibrios en los que la inflación debe ser un poco más alta, el tipo de interés un poco más bajo y el euro un poco más depreciado. Oponerse a que estas variables alcancen sus nuevos valores de equilibrio, por la obstinación de no mover la meta de inflación ni el tipo de interés que se quiere asociar a la misma, en las circunstancias actuales redunda en más contracción y más paro.

Una de cal y otra de arena. Jean-Claude Trichet ha presidido su último consejo de gobierno del BCE abriendo la mano del crédito, pero manteniendo una meta de inflación y un tipo de interés no acordes con la realidad económica de la zona euro.

José García Solanes. Catedrático de Fundamentos del Análisis Económico de la Universidad de Murcia

Archivado En

_
_