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Columna
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Los peligros de la imparcialidad

El fondo soberano de Singapur está obviamente decepcionado con su inversión en UBS. No solo ha caído el valor de su participación; el escándalo del operador aumentó aún más la caída de su 6,5% de participación. Puede que Government of Singapore Investment Corp (GIC) no tenga suerte, pero no está del todo indefenso.

Los 11.000 millones de francos suizos (12.400 millones de dólares) han resultado ser un salvavidas para el banco, pero un lastre para Singapur. A finales de 2007, GIC compró acciones convertibles por las que pagó un cupón del 9% y las convirtió en acciones comunes a los dos años a un precio mínimo de 51 francos. Con las acciones ahora a 10 francos, la participación equivale a 2.500 millones. Incluso teniendo en cuenta los pagos de los cupones y la subida de la moneda, la inversión ha perdido más de la mitad de su valor. GIC no podía prever el alcance de la crisis financiera, o las travesuras del operador Kweku Adoboli. Pero en la medida en que esto son evidencias de fallos en el sistema de gestión de riesgo de la entidad, el fondo no puede pasar la pelota. En su afán por parecer que está más allá del reproche y de la intromisión política, GIC rechazó un asiento en el consejo de UBS. Sin embargo, una representación supone un poderoso púlpito desde el que proyectar una inversión. El fondo de Catar que invirtió en su rival Credit Suisse, por ejemplo, terminó en un puesto clave.

La inversión de GIC aún puede resultar. Su intención es invertir para obtener beneficio a largo plazo, así que dispone de un horizonte de 20 años. Y si UBS dirige más actividades de gestión patrimonial a Singapur, los contribuyentes de esta ciudad-estado puede que piensen algún día que valió la pena. Con todo, GIC podría querer revaluar la conveniencia de ser un inversor pasivo, lo que podría ir contra de una buena gestión. Como mayor accionista de UBS, lo que GIC diga tras las puertas cerradas cuenta mucho. Razón demás para que presione por más representación.

Por John Foley.

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