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Tribuna
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Cajas de ahorros: 'The game is over?'

A principios de la década anterior se argumentaba que para que las cajas pudieran crecer con todo su potencial y generar más recursos para las obras sociales se tenían que habilitar fórmulas para su capitalización privada.

En CC OO siempre pensamos que crecer por crecer no era la fórmula. Lo que las había hecho fuertes había sido el pasivo local, financiar a la economía de sus territorios y capitalizarse a pulso, aumentando reservas vía beneficios.

En plena vorágine del ladrillo, la gran mayoría fue incapaz de sustraerse a esa "enorme oportunidad de negocio local". Financiaron el crecimiento del crédito -del 25% anual en el periodo 2003-2007-, endeudándose en mercados mayoristas y sacando fuera de balance las operaciones, para no consumir capital. Se cometieron errores de gestión al evaluar riesgos y diversificar negocios, y errores también de supervisión para impedir esa deriva. España seguía yendo bien. El resto es una historia conocida.

Ahora las necesidades de capital no son solo coyunturales, tras el empacho de ladrillo, sino estructurales (Basilea III, cambios económicos globales...) y la capitalización privada es imprescindible, quizá también la pública, a tenor de la opinión del FMI sobre el sistema financiero europeo.

Sin embargo, ¿qué hubiera pasado si en pleno boom inmobiliario se les hubiera dado la posibilidad de aumentar su palanca de crecimiento? Que el desastre sería sustancialmente mayor -dados los errores de gestión y supervisión antedichos- y ni habría presupuesto público para reparar vías de agua, ni capital privado para reflotar los barcos. Y si no, miremos qué ha pasado con los bancos privados de Irlanda o Islandia.

¿Esa capitalización va a ser la solución a los problemas de gobernanza? Sinceramente pensamos que no. Se resolverán problemas de solvencia pero -como se está viendo- sin depurar las responsabilidades de gestión y gobierno.

¿Circulará el crédito? Si se alcanzan las coberturas de capital y se sanean los balances -ambas cosas a la vez-, no habría ninguna excusa para que no se restableciera el flujo de crédito solvente.

Ahora bien, en lo referente a las que han tenido que salir a Bolsa, núcleo fundamental de la nueva reforma, por premura, oportunidad y precio hemos asistido a una operación de venta a precio de saldo, una gran operación bajista de mercado y a la antesala de su conversión en fundaciones.

¿Cuánto aguantarán con la propiedad mayoritaria de los nuevos bancos? Hasta la siguiente ampliación de capital. Inevitable si en los próximos años, con el riesgo de recaída en recesión, no generasen recursos suficientes para garantizar la devolución del FROB, repartir dividendos suficientes y cubrir una morosidad alta y creciente.

¿Transparencia? Dudosa transparencia si hay menos control de los órganos de administración. Las decisiones van a estar en los consejos de los bancos pues los consejos de las cajas y las asambleas generales se han vaciado de funciones.

¿Y quiénes constituyen esos consejos? Fundamentalmente los gestores y administradores ejecutivos; luego algunos consejeros dominicales, bien escogidos de entre los grupos mayoritarios de las cajas; y un tercio de independientes, en los que abundan no pocos excargos públicos, por otra parte, como en cualquiera de la cotizadas del Ibex. Es decir, la misma profesionalidad que en el esquema anterior pero con menos diversidad política, social y económica. Menos transparencia y menos control social.

Llama la atención que este movimiento lo haya impulsado un Gobierno socialdemócrata, lo gobierne un supervisor que nunca creyó en el modelo y lo ejecuten gestores y administradores, en no pocos casos, partícipes de los problemas que han dado origen a esta situación.

Ejecutivos con menor control de los órganos y con amplio margen de maniobra, dadas las retribuciones que se están publicando que van a percibir.

¿Cuál sería el nuevo consenso si las cajas se convierten en fundaciones? Los políticos locales controlarán las fundaciones, son sus competencias. Ello les reportará retornos en forma de OBS y les dará una fórmula de propiedad parcial sin haber desembolsado un euro. Por otro lado, los primeros ejecutivos que, mediante el management buy out, se podrán convertir en sus principales propietarios a través de sus retribuciones en acciones. Y también los otros bancos, que al fin podrían comprar y vender los despojos de lo que fue su máxima competencia.

¿Y el país? España terminará por echar de menos a sus cajas. A su obra social, seguro, pero también al papel que jugaron en la financiación de la economía de sus territorios, antes de que se dejaran llevar por el negocio fácil inmobiliario. Cuando financiaban, más caro, sí, proyectos de más riesgo y maduración de pymes y familias, al no tener la presión de la volátil cotización diaria. Cuando financiaban a quienes otros rechazaban por poco rentables, pero les hacían rebajar los precios porque existía más competencia y más biodiversidad.

Las cajas han cometido errores. O más precisamente, en las cajas hemos cometido errores, pero no en todas, y excepto en las que han tenido que ser intervenidas, menos graves en general que los que cometieron los bancos y banqueros en los años setenta, ochenta y noventa. En todo caso, no merecedoras de su total desaparición, su desamortización y su expropiación.

Estamos a las puertas de un cambio de ciclo político, enmarcado en un cambio histórico global y en mitad de la mayor crisis económica desde la Gran Depresión. Merecería la pena una reflexión consensuada y general que permitiera promover una nueva legislación que, esta vez sí, estabilizara su especificidad en esta nueva realidad. España necesita la continuidad de su función social, la finalista de las OBS y la cotidiana del crédito.

José María Martínez. Secretario general de Comfia-CC OO

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