La tragedia griega de la banca europea
Esta semana vuelve a ser de infarto. Tras la dimisión del economista jefe del Banco Central Europeo por su desacuerdo a que la institución compre deuda pública en los mercados secundarios y la situación de la economía griega cada vez más cerca de la tragedia, las Bolsas vuelven a hundirse, sobre todo los valores bancarios, como consecuencia de la mayor quita que los mercados descuentan para la deuda griega.
La mecha la encendió unos días antes una noticia del Financial Times en la que se filtraba un informe del FMI en el que cuantificaba en 200.000 millones de euros las necesidades de recapitalización de la banca europea para hacer frente a la quita de la deuda griega. Y con una cifra tan elevada, volveríamos de nuevo a las inyecciones públicas de capital para sanear la banca, si bien en esta ocasión la herida sería mucho más profunda ante las medidas de austeridad que los mercados han impuesto a las economías europeas.
Centrándonos en el sector bancario, la primera ronda de impactos de una elevada reestructuración de la deuda griega la sufrirían los bancos más expuestos a esa deuda. En concreto, la última información disponible que ofrece el BIS referida al primer trimestre de 2011 sitúa a la banca francesa y a la alemana en los primeros puestos del ranking de exposición, concentrando en sus balances el 37% y 25%, respectivamente, de la deuda externa griega (pública y privada) en poder de los bancos. En valores absolutos, estamos hablando de 52.900 y 35.700 millones de dólares, respectivamente. A cierta distancia se sitúa la banca británica (13.700 millones de dólares) y portuguesa (10.160 millones de dólares), estando en la banca europea el 93% del total de la deuda externa griega en poder de los bancos. Afortunadamente, en esta primera ronda de impacto la exposición de la banca española es marginal (1.265 millones de dólares).
Pero los efectos negativos de la tragedia griega no acaban ahí. Si la quita que haya que asumir es muy superior a lo que se propuso en el pasado acuerdo del Eurogrupo de 21 de julio de 2011 (la quita voluntaria propuesta fue entonces del 21%), la desconfianza y el efecto dominó se extenderá a la deuda de otros países, especialmente los más endeudados. A los países ya rescatados (Portugal, Irlanda y Grecia) habría que añadir otros países como Italia y España, que ya fueron atacados el pasado mes de agosto, alcanzando en aquellas fechas sus primas de riesgo niveles insostenibles, lo que obligó a prohibir temporalmente las ventas a corto. Habría que contener a los mercados con nuevos programas de austeridad, lo que alejaría aún más la tan deseada recuperación.
En este hipotético escenario, la banca es el sector más castigado ya que es el principal tenedor de deuda externa. Si nos centramos en la banca europea, los datos del BIS muestran que en los balances de los sectores bancarios europeos hay 465.000 millones de dólares en deuda externa irlandesa, 204.600 millones en deuda portuguesa, 809.000 millones de deuda italiana y 634.000 de deuda española. Por tanto, si la banca europea tuviera que asumir las pérdidas derivadas de una merma de valor de esa deuda externa, los efectos sobre sus cuentas de resultados (vía provisiones) y sobre sus niveles de solvencia (consumo de capital) serían devastadores.
¿Hay luz al final del túnel? La verdad es que la situación es cada vez más sombría, acercándose Grecia al precipicio de la suspensión de pagos. Para no cruzar la línea roja, es necesaria una reestructuración de la deuda superior a lo inicialmente previsto, ya que Grecia solo puede salir del círculo vicioso en el que está inmersa si reduce sustancialmente su ratio deuda pública/PIB y consigue crecer. La aritmética de la sostenibilidad de la deuda nos dice que solo reduciendo drásticamente el déficit primario (lo que exige sacar ingresos debajo de las piedras) y alcanzando tasas de crecimiento positivas del PIB es posible alejarse del precipicio.
Si queremos salvar a la banca europea (incluyendo la alemana), no hay más remedio que ser generosos en las condiciones de la reestructuración de la deuda griega ya que la alternativa del default supondría asumir un coste muy superior. Pero a cambio, hay que exigir a Grecia el cumplimiento estricto de sus compromisos, ya que en última instancia es Grecia la culpable de sus actos. Finalmente, como la reestructuración ordenada es inevitable, lo que hay que hacer es evitar el riesgo de contagio, ya que la deuda griega en manos de la banca europea es insignificante en comparación con la de la deuda externa de otros países. Y por supuesto, poner en práctica la propuesta del Eurogrupo que permite utilizar el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera para inyectar capital en los bancos afectados.
Joaquín Maudos. Catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Valencia. Investigador del IVIE