¿Es posible una quiebra ordenada de Grecia?
La alerta es constante: el abismo está a la vuelta de la esquina. Pero, ¿en qué consiste la debacle? ¿Tan mala sería? ¿Puede evitarla una quiebra ordenada de Grecia?
Economistas, líderes de potencias mundiales, pensadores y, sobre todo, periodistas han alertado tantas veces de la llegada del abismo que los ciudadanos de varios países europeos empiezan a preguntarse qué tal se vivirá en él. ¿Será tan terrible como dicen o después de tres años de restricción del crédito, aumento del paro, reducción de salarios y medidas de austeridad hay poco margen para empeorar?
Por supuesto, Grecia sería el detonante. Ese país que supone poco más del 2% del PIB europeo y que ha puesto a toda la unión monetaria en el disparadero por sus problemas (imposibilidad) para pagar la deuda. En los últimos días, los rumores de una quiebra han asolado las Bolsas y los mercados de deuda continentales, a la vista de la incapacidad de la nación helena de cumplir los compromisos asumidos para liberar los fondos del plan de rescate y la intransigencia de algún país (Alemania) para seguir adelante con lo pactado si no se dan todas las condiciones firmadas.
Tampoco se puede decir que sea nada nuevo. Las probabilidades de que Grecia vaya a la bancarrota "son tan altas que se podría decir que no hay forma de evitarlo", decía ya en junio Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal estadounidense entre 1987 y 2006. Pero el Fondo Monetario Internacional (FMI) y Europa están decididos a que eso no suceda y pareció que lo iban a conseguir con los acuerdos firmados el 21 de julio para el segundo plan de rescate griego. ¿Por qué tanto interés? "La quiebra griega pondría a varios bancos estadounidenses contra la pared", continuaba Greenspan. Y ahí está la explicación. Si el sistema financiero de Estados Unidos iba a verse a afectado, ¿qué no pasará con el europeo?
Es el llamado efecto contagio, el temor (pavor) a que una quiebra de Grecia arrastre al sistema financiero de países como Alemania o Francia (los que tienen la banca más expuesta a deuda helena), al BCE (que ha estado comprando bonos griegos por miles de millones en los últimos meses) y, sobre todo, provoque una caída en cadena de otros países con problemas de deuda, como Portugal, Irlanda, Italia e incluso España.
"No se puede calibrar el abismo porque nunca ha pasado nada parecido", explica Daniel Pingarrón, estratega de mercados de IG Markets. "La consecuencia imaginable es que sea catastrófico: fracasaría la Unión Europea, el euro, los planes de rescate... Cualitativamente, es un evento enorme; cuantitativamente es imposible calcularlo", añade.
Para este experto, el escenario que se abriría de una quiebra de Grecia no sería otro que el abismo, sobre todo porque la posibilidad de una suspensión de pagos controlada está ya fuera de lugar: "Es demasiado tarde. Ya nadie se lo creería".
Junto con esta corriente de pensamiento, sin embargo, se está abriendo paso otra que no ve la quiebra helena como la puerta del infierno. Desde luego, no es la mejor salida, pero el endeudamiento griego, unido al enfriamiento de la recuperación mundial, a la situación creada por países como Finlandia y sus exigencias de garantías bilaterales, y a la imposibilidad de Grecia de crecer por la dureza de los planes de austeridad dejan poco margen. De hecho, el plan aprobado en julio contempla una propuesta de canje de deuda con la asunción de pérdidas y prórrogas en el vencimiento que sigue en pie. Ahora solo se iría un poco más allá.
Una vez asumido este escenario, ¿qué puede pasar? "Hace ya muchos meses que los mercados de bonos descuentan un default griego", explica Rafael Romero, director de inversiones de Unicorp Patrimonio. Las rentabilidades a las que cotizan los bonos helenos, todas por encima del 50%, "descuentan una quita entre el 50% y el 60%".
La idea es que Grecia pudiera hacer una suspensión de pagos ordenada, como si fuera una empresa, sentarse con los acreedores y negociar una quita en los pagos que ya está reflejada en las cotizaciones. Con este comportamiento, la empresa podría seguir en funcionamiento (lo que en términos nacionales significa que no tendría que salir del euro), si consiguiese acompasar la devolución minorada de la deuda a un plan a varios años vista para recuperar el crecimiento.
Este esquema incluiría lo que reclama una parte de la población europea desde hace tiempo. No solo que pague Grecia (y sus habitantes, a través de draconianos planes de austeridad), sino quienes prestaron el dinero y asumieron con ello un riesgo. Se haría justicia.
La pregunta, por supuesto, es si sería tan terrible este escenario. Y no tendría por qué serlo, según añade Romero, si viniera acompañado de un plan de recapitalización de la banca, como el que parece que Alemania y el Banco Central Europeo están preparando. Ese que también reclama el FMI y que sería el único dique que podría contener el efecto contagio.
Así concebido, "probablemente sería el último coletazo de la crisis", explica el experto de Unicorp Patrimonio, porque daría el oxígeno que la banca necesita para volver a prestar y reactivar el ciclo normal. "Si los bancos no funcionan, el sistema económico tampoco", apunta.
De todas formas, hablar de planes de recapitalización es más fácil que materializarlos. ¿De dónde saldría el dinero? "Lo ideal sería un proceso ordenado, donde se estimule la recapitalización privada, dándoles un plazo para ello", argumenta Santiago Carbó, catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Granada. Si no se puede, fondos públicos.
Ahí es donde entra en juego el fondo de rescate europeo (el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera). Sería un instrumento perfecto para recapitalizar la banca cuando esté disponible, "mientras tanto, que sea el equivalente de cada país al FROB español", arguye Carbó.
El escenario ideal es que primero se recapitalice la banca y así Grecia podría aprobar una quita sin que el pánico a la caída de bancos en cadena se extendiera. Sin embargo, también hay opiniones que apuntan a que será más fácil que el fondo de rescate logre apoyos de países como Alemania y Finlandia y se ponga en marcha si Grecia deja de ser parte de la ecuación, porque ya no sería prestar dinero a este país sino a la propia banca y por ello habría menos reticencias.
¿Y qué pasaría con la Bolsa? El mercado de deuda suele ir por delante y varios expertos sostienen que el impacto de una suspensión de pagos griega sería limitado. Otra cosa es la Bolsa, donde sí se cuenta con caídas adicionales. De todas formas, hay dos esperanzas: que los niveles actuales de cotización son tan bajos que el recorrido es escaso y que el fin de la incertidumbre puede provocar una reacción a la contra.
De todas formas, una cosa es la que descuentan los mercados y otra la realidad. Cuando todo apunta a una suspensión de pagos de Grecia, la situación puede volver a reconducirse porque la reactivación del plan de rescate a Grecia sigue encima de la mesa. Alemania y la banca privada están tensando la cuerda, pero la voluntad que están mostrando los gobernantes griegos, el FMI, el BCE y países como Francia puede provocar el milagro. Eso sí, sin una recapitalización de la banca detrás, sería solo otra patada hacia adelante.