Quiénes son los mercados
Si no recuerdo mal, han sido hasta cinco las ocasiones este fin de semana en que he debido explicar quiénes son los mercados. Naturalmente, se trata de personas que están muy alejadas del mundo financiero. Pero, al mismo tiempo, muy preocupadas (y cada vez más informadas) de todo lo que escuchan y leen que ocurre en los mercados. ¿Mi respuesta? Los mercados son los mismos inversores, las autoridades y las empresas. No son entes etéreos, sino más bien una masa de individuos que pasan del optimismo a la euforia con tremenda facilidad, del miedo al pánico con inquietante rapidez. Y que condicionan sus decisiones de gasto e inversión en función de sus perspectivas y de sus posibilidades de financiación. Todo esto son los mercados.
Los mercados son soberanos. Esto todos lo conocemos. Y en ocasiones lo hemos sufrido. Sobre la base de la información existente, actúan de forma racional. Alguien diría que los mercados siempre tienen razón, sobre lo que estoy totalmente de acuerdo. Pero también cometen excesos. Es precisamente durante los estados de euforia y pánico que son más proclives a cometerlos. Es en estas situaciones cuando vemos su cara más negativa y destructiva, un verdadero drama que se retroalimenta. Una profecía autocumplida. No nos olvidemos de la importancia de los mercados sobre la economía real. Así, vemos cómo se cumple la máxima anterior de que anticipan perfectamente el futuro. ¿Cómo podía ser de otra forma cuando pueden influir en él? Son juez y parte, diría yo.
En situaciones de pánico o miedo extremo, ir detrás de ellos, en el caso de las autoridades, no hace mucho por tranquilizarlos. De hecho, las medidas deben ser también extremas para que tengan algún impacto... aunque el resultado esté lejos de ser considerado un éxito. Pero siempre será mucho mejor que no hacer nada o actuar con indefinición. Confiar en la vuelta de la racionalidad a unos inversores dominados por el pánico es muy arriesgado. Sí, volverá en algún momento. Pero quizás sea muy tarde o el precio de los activos demasiado bajo para evitar un descalabro adicional en las expectativas o posibilidades de financiación de los agentes. Lo mejor, sin duda, es ir por delante del mercado y no considerar el objetivo cumplido pese a una primera reacción favorable. También, ser estricto y decidido sobre la disposición a tomar nuevas medidas con el objetivo de: 1. Reducir la volatilidad, 2. Aumentar los precios, 3. Lograr mayor liquidez. Esta debe ser la estrategia a seguir. Y, por fin, así también lo han visto las autoridades europeas, y espero que también las estadounidenses.
En el último mes y medio los acontecimientos se han precipitado sobre la crisis europea y la norteamericana. Podría haber ocurrido dentro de unos meses, quizás de un año o de muchos más. Pero ha surgido en la segunda parte de julio y esta primera semana de agosto. Lo llamativo es cómo las autoridades europeas, que en julio tomaban una decisión trascendental sobre la Unión Europea, han dejado pasar más de dos semanas para implementarla. Y espero que lo hagan. El único que en estos momentos tiene capacidad para la compra de deuda italiana y española, como ha hecho, es el Banco Central Europeo (ECB por sus siglas en inglés). Tan sencillo y tan complejo. Sencillo porque nos enfrentamos a una crisis de confianza en un momento de falta de liquidez del mercado. Por muchas medidas que tomen los gobiernos europeos a nivel individual, no cabe esperar mucho éxito en el mercado una vez alcanzado un punto de desconfianza como el actual. Es preciso que sean las autoridades europeas, como un todo, las que se apresuren a actuar. ¿Y la contrapartida en términos de ajuste fiscal? También, pero rompiendo el círculo vicioso de mayor ajuste, mayor prima de riesgo, deterioro de las condiciones de financiación, mayor ajuste. Al final, estamos inmersos en un proceso de desapalancamiento que debe ser compatible con una mejora en las perspectivas de crecimiento. Lo contrario no tiene ningún sentido.
¿Y en EE UU? Es muy difícil conocer las implicaciones de la decisión de S&P de reducir el rating de la deuda norteamericana. ¿Una hecatombe en los mercados? Dos ideas. La primera, es solo una agencia frente a la decisión de mantenerlo de las otras dos. La segunda, a Japón se le redujo el rating hasta en tres ocasiones a partir de 2002 sin que ello supusiese un impacto dramático imposible. ¿Que era diferente? Siempre lo son. Pero es una prueba de que un recorte de rating desde la máxima categoría hasta otra inferior, pero elevada, no debe ser leída de forma dramática. Tampoco como el inicio del final de la hegemonía estadounidense. Más bien, un reto a las autoridades de Washington para que realmente se pongan de acuerdo en el camino a seguir y no sigan dando la imagen inquietante de los dos últimos meses. Es precisamente esto lo que ha penalizado la agencia.
Al final, intervenir los mercados no parece una estrategia estable a largo plazo. Pero te ofrece tiempo para ordenar las medidas a tomar. En Europa, avanzar en la convergencia fiscal y gobierno económico. En EE UU, buscar puntos de acuerdos políticos. Entre medias, dar un respiro a la economía para que consolide su recuperación a través de unas condiciones de financiación que no sean imposibles. Esto es particularmente importante para las bolsas, injustamente castigadas por su liquidez, con las empresas siempre cuestionadas sobre sus posibilidades de financiación y perspectivas de negocio y beneficios. Es fundamental, más que nunca, que las bolsas sean soportadas. Son el mejor termómetro de la economía, pero también influyen con fuerza en su evolución.
Hace una semana me iba de vacaciones esperando que dada la acumulación de factores negativos en julio, el mes de agosto fuera tranquilo. Nada más lejos de la realidad. ¿Hemos llegado ya al punto de saturación de malas noticias y peores referencias? Dudas económicas aparte, sigo pensando que son las autoridades las que deben lograr esta calma. Reducir la volatilidad del mercado. Y dar liquidez, más allá de la cuestionada (por insuficiente) decisión del ECB de recuperar los repos a plazo a tipo fijo y sin límite de cantidad para la banca. ¿Habrá un QE3 en EE UU? Es muy probable. Veremos lo que decide mañana la Fed. Pero entiendo que aumente la desconfianza sobre la eficacia de todas estas medidas que se están tomando. Más dinero en los países desarrollados no es la solución. Aunque, como decía antes, da tiempo para encontrarla. Sí, las cosas deben ir a peor para mejorar. ¿Pueden empeorar aún más? Nada es imposible, pero dado el nivel y percepción de los mercados, la situación ya parece imposible.
José Luis Martínez Campuzano. Estratega de Citi en España