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Columna
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La hora del Banco Central Europeo

José Carlos Díez

La pasada semana la economía mundial volvió a vivir un infarto financiero similar al de la crisis de Lehman Brothers que dio paso a la mayor crisis financiera de las últimas siete décadas. No obstante, muchas cosas han cambiado desde Lehman. La principal es que la economía mundial ha depurado significativamente los desequilibrios que provocaron la Gran Recesión. Por ejemplo, la banca de EE UU ha reducido su endeudamiento en tres billones de dólares y su sistema en la sombra en cuatro billones, lo cual sumado es equivalente al 50% del PIB de EE UU. Además, ahora la economía se encuentra en fase de recuperación, como demostró el empleo de julio con un crecimiento de las horas trabajadas en el sector privado superior al 6% anualizado.

No obstante, la filtración de la bajada de rating de EE UU impidió que las Bolsas reaccionaran tras el dato y la volatilidad sigue cotizando al 40%, por lo que no s consiguió revertir el infarto. Técnicamente, la probabilidad de impago de EE UU sigue próxima a cero, pero en España sabemos bien que los inversores penalizan la pérdida de la máxima calificación. El problema es que tras EE UU ya se especula con que sea Francia la que pierda el AAA. Para EE UU supondrá un repunte de las rentabilidades de sus bonos y la debilidad del dólar, pero no creo que lo suficiente para poner en riesgo la recuperación.

El mayor riesgo para la estabilidad financiera y la recuperación mundial está en Europa. España no tiene vencimientos de bonos hasta octubre y cuenta con una holgada posición de liquidez. Pero Italia tiene que afrontar fuertes vencimientos en septiembre y con la actual tensión en los mercados hay dudas razonables de que consiga financiarse con éxito.

Los líderes europeos firmaron un importante acuerdo en julio, pero las medidas aún no están aprobadas, por lo que el BCE es la única opción operativa. El pasado jueves, cuando todo el mundo esperaba su reacción contundente, volvió a defraudar por enésima vez en esta crisis. Sólo tenían que decir las palabras mágicas "vamos a comprar bonos italianos y españoles hasta recuperar la estabilidad financiera", pero no fueron capaces de alcanzar el manido consenso.

El Bundesbank volvió a provocar que la principal institución del proyecto europeo hiciera un ridículo mundial espantoso. La historia se repite, ya que ha sido el Bundesbank el que ha forzado al Consejo a tomar las decisiones más desafortunadas en esta crisis. De nuevo tienen que ser el G-20 y la presión exterior los que nos fuercen a los europeos a cubrir nuestra cuota para garantizar la estabilidad financiera mundial.

Como ya sucedió en mayo de 2010, el Consejo del BCE ha tenido que reunirse de urgencia tan sólo tres días después de su reunión ordinaria para tomar la decisión de autorizar la compra de bonos, en este caso italianos y españoles. El año pasado la reacción del mercado fue brutal, los diferenciales cerraron con fuerza y las Bolsas se dispararon, especialmente las acciones de los bancos europeos. El problema es que tan sólo tres días después al BCE le entró el vértigo, dijo que ya había comprado suficiente y los mercados se volvieron a venir abajo.

Esperemos que hayan aprendido de sus errores y ahora la intervención sea contundente, persistente y eficaz. El objetivo debe ser bajar los diferenciales de Italia y España por debajo de los 250 puntos básicos. Los mercados de deuda de ambos países tienen muy poca profundidad, por lo que si la intervención del BCE es creíble no le costará mucho conseguir el objetivo. Los especuladores que han vendido en corto los bonos, cuando vean aparecer al BCE en el mercado, tendrán que salir con urgencia a comprar bonos de ambos países para cerrar su posición, y seguramente se pondrán largos para aprovecharse del efecto intervención. Costaría aún menos si intervinieran vendiendo seguros de protección de impago, CDS.

La intervención del BCE es necesaria pero no suficiente. Los socios deberán aprobar cuanto antes el nuevo plan griego y la flexibilización del fondo europeo para sacar a Grecia de la unidad de cuidados intensivos y acabar con el origen del caos. Los países que están recibiendo ayuda tendrán que cumplir escrupulosamente sus compromisos, especialmente los de reducción del déficit. Si el mundo consiguió estabilizar los mercados tras la quiebra de Lehman Brothers, resolver esta crisis es un juego de niños. Ahora, cómo dijo Roosevelt, "solo debemos tener miedo al propio miedo".

José Carlos Díez. Economista jefe de intermoney

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