El ajuste del crédito toma velocidad
Los mensajes de los gestores bancarios antes de que arrancara este ejercicio ya advertían que no iba a ser sencillo, pese a llevar ya dos años completos de ajuste en las cuentas de resultados. Justificado en una mezcla de presión internacional regulatoria que exige mayores niveles de solvencia a las entidades y en la ausencia de una demanda solvente de crédito en casi todos los mercados, pero especialmente en el español, la banca ha iniciado el camino de retorno de la aventura que supuso la gran explosión del crédito en el pasado decenio, y lo ha hecho de forma acelerada. La exagerada, y hasta temeraria, alerta que lanzó Alfredo Sáenz, consejero delegado de Santander, hace unos meses situando en el umbral del 20% el desapalancamiento que precisaba el sistema financiero, ya no parece tan fuera de lugar como lo parecía entonces.
En los seis meses transcurridos de este año, todas las grandes entidades que han dado a conocer sus cuentas revelan un descenso de la cartera de crédito en España muy abultado, además de aceleradas tasas de mora, bien distanciadas de las registradas en otros mercados maduros. A falta de conocer las explicaciones de alguna entidad de gran tamaño, ya se puede decir que el desapalancamiento forzoso ha enfilado de forma acelerada la gestión bancaria, con el efecto contractivo que necesariamente ha de tener en la actividad económica, que dado el alto grado de endeudamiento de los agentes inversores, precisa de recursos ajenos para dejar atrás la recesión.
Aunque esta reducción del balance no se precisa en todas las entidades por igual, dado que en algunos casos la diversificación geográfica del negocio equilibra los números, se ha producido tarde y de forma abrupta, porque tardía y abruptamente se ha acometido el obligado proceso de capitalización de las entidades. A fin de cuentas, la tardanza en capitalizar entidades de crédito, que a todas luces y desde hace tiempo las autoridades financieras sabían que terminaría bajo égida pública, ha expandido la sombra de duda sobre aquellas que estaban en mejor situación.
Bien está dar tiempo para que cada cual busque su alternativa de capitalización, porque así puede evitarse trasladar a los contribuyentes el coste. Pero la cuerda no puede ser tan larga que termine por enredar al resto de las entidades que están sanas, o que ya han hecho sus procesos de refuerzo de capital por procedimientos privados, y que termine trasladándose la duda también a las finanzas públicas ante el temor de que se cumpla el principio de que toda deuda privada puede terminar siendo pública. Aunque en España hay más convencidos de que es la mala gestión pública la que ha contaminado a las entidades privadas, tanto financieras como no financieras, las autoridades públicas deben cerrar ya el saneamiento bancario para que esa excusa deje de valer tanto dentro como fuera de España.