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Columna
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¿'Quo vadis', Europa?

José Carlos Díez

El lunes fue desesperante comprobar cómo los mercados estaban dominados por el pánico y los ministros de Economía del Eurogrupo estuvieron todo el día en su guarida y no sacaron su comunicado hasta la medianoche con nocturnidad y alevosía. La única que salió fue Angela Merkel con su receta milagrosa de la austeridad fiscal, el equivalente al aceite de ricino, que tras el éxito en el resto de países ahora propone aplicar a Italia.

El comunicado del Eurogrupo, además de confirmar su incapacidad de reacción, es una oda a la incoherencia. Las medidas propuestas son crear un grupo de trabajo para presentar un nuevo plan para Grecia y flexibilizar el EFSF; esta última medida llevan ocho meses negociándola y aún no han conseguido ponerse de acuerdo. Pero lo más increíble es que en el mismo texto empiezan diciendo que el plan Trichet de no aceptar nada que sea considerado evento de crédito sigue siendo la posición central del Eurogrupo. No obstante, piden al grupo de trabajo estudiar la propuesta alemana de default selectivo sin quita con el objetivo de reducir lo que Grecia paga por intereses de la deuda y retornar al país a la sostenibilidad fiscal. Hacer un default selectivo que no sea considerado evento de crédito sin quita y reducir el servicio de la deuda sería una proeza no repetida desde el milagro de los panes y los peces que hizo Jesucristo. Con un matiz: Cristo traducido del hebreo es el hijo de Dios.

El día después el mercado abría en caída libre y tan solo rumores de una posible intervención del BCE permitieron poner un suelo al precio de los bonos. El mercado se dio la vuelta y el diferencial con Alemania cerró desde 380 puntos hasta 330 puntos en minutos y finalizó la jornada en 310. Aun así, seguimos en niveles de máxima tensión, con escasa demanda en firme, y la situación sigue muy vulnerable. El BCE, cuando intervenía en Irlanda, Portugal o Grecia, pedía demanda para 25 o 50 millones de euros, lo cual para el tamaño del mercado español o italiano es como intentar apagar un incendio de primer grado con las pistolas de agua con las que juegan los niños en las piscinas. Aún no se ha aprobado la flexibilización del EFSF y además apenas tiene dinero en caja, por lo que Europa no tiene en estos momentos capacidad disponible para actuar, salvo que el BCE esté dispuesto a entrar con fuerza en el mercado.

Lo importante es sacar un plan creíble y eficaz para Grecia, con quita incluida. A la quita se sumará la deuda bancaria irlandesa. En el resto de países la crisis es de liquidez, por lo que a los planes para estos dos países deberá unirse un plan de liquidez para restablecer la confianza en los mercados. El plan óptimo debería ser con monetización de deuda, como ha hecho la Fed en EE UU, con el fin de subir el precio de los activos y debilitar el euro, pero chocará frontalmente con la fobia de la sociedad alemana a la inflación y los caballeros cruzados del Bundesbank que los representan en el BCE.

Como dijo Roosevelt en su discurso de investidura en 1933, con la economía en depresión, "solo debemos tener miedo al propio miedo". Hay que confiar que hay vida inteligente en Europa y que el principal problema es de falta de valentía política. La dinámica de la crisis recuerda a la de 1992 y en breve los ataques especulativos irán contra la propia Francia. Cuando en 1992 Francia agotó sus reservas fue cuando se ampliaron las bandas de fluctuación del Sistema Monetario Europeo hasta el +/-15% y se acabó con la especulación.

Urge convocar una cumbre extraordinaria de jefes de Estado en la que simplemente tienen que decidir si quieren que seamos 17 economías o una sola. Si deciden que seamos 17 las cosas son susceptibles de empeorar. El principal problema es que Angela Merkel ha vendido a sus votantes que esto es una crisis fiscal y ahora, al ver cómo sus bancos y aseguradoras se desploman en Bolsa, exigirán la verdad. La verdad es que la deuda es de los griegos, pero el problema es de ellos, que compraron los bonos con sus planes de pensiones y a nadie le gusta asumir una quita. El problema es que cuanto antes asuman la realidad menor serán las pérdidas para todos, incluidos los pensionistas alemanes.

José Carlos Díez. Economista jefe de Intermoney

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