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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El necesario, pero no suficiente, tirón turístico

El secretario general de Turismo y Comercio Interior asegura que los niveles de ocupación hotelera en la Semana Santa han superado el 85% que previamente había estimado el Gobierno. Los datos confirman una notable recuperación de la actividad turística tras años de severos descensos, tanto en visitantes como ingresos, y proporcionan un alivio muy notable para la economía en zonas especialmente castigadas por la crisis como Canarias, donde las tasas de desempleo se acercaban peligrosamente al 30%, desconocido en España salvo para Extremadura y Andalucía en otros ciclos críticos. Además, aunque sea muy aventurado dar por terminada la crisis, estas en España empiezan y acaban en Canarias, que es la boya mejor colocada para detectar los cambios de humor de la actividad económica de cuantas existen en el territorio, al menos de aquellas que tienen un importante componente de carácter global.

Como otras veces en el pasado, circunstancias especiales en el panorama geopolítico han jugado a favor de las costas españolas para explotar uno de sus mejores activos económicos, cual es la oferta turística. Ya en los años noventa el enconamiento del conflicto armado en los Balcanes desvió un número creciente de visitantes europeos hacia España, un mercado seguro que había ido perdiendo atractivo respecto a la oferta nueva generada en el Mediterráneo. El ruido de las armas en la antigua Yugoslavia proporcionó a España un salto cuantitativo determinante en el número de visitantes en los últimos años del siglo XX, que intensificó el crecimiento que ya de por sí se había producido por la bajada de precios relativa que la oferta turística española experimentó desde 1993 y 1994.

Si en 1995 España aún no llegaba a 40 millones de visitantes, en solo media docena de años superó los 50 millones (un incremento del 25%) por la doble oleada generada por la reducción de precios de la cuádruple devaluación de la peseta (1992-1994) y por la guerra de los Balcanes. La actividad turística fue la que mayor crecimiento experimentó a finales del pasado siglo, y solo la inmobiliaria registró un crecimiento superior en los primeros años del actual. Desde la llegada del euro la economía concentró sus esfuerzos en atender la fuerte demanda de inversión que los particulares habían mantenido aletargada en los últimos años de la peseta, caracterizados por altas tasas de interés y de población parada.

Pero la avalancha turística se mantuvo, aunque a ritmos más moderados: en los cinco años transcurridos entre 2002 y 2007 el número de visitantes pasó de 50 millones a 58,7 (un avance del 16%), para descender después de forma abrupta. Solo en 2011, y de nuevo por la aparición de conflictos armados en el norte de África, el mercado español ha registrado un nuevo impulso de visitantes, aunque en este caso no contribuya una política de precios favorable. De hecho, aunque en tasa nominal es la primera vez que los precios avanzan menos que el IPC en las dos últimas décadas, siguen registrando avances.

La vuelta de los alemanes, británicos y nórdicos a las playas españolas es la mejor noticia para el sector, al menos a juzgar por los datos conocidos de los cuatro primeros meses del año, que, de mantenerse, y pese al descenso en el gasto medio por turista, podrían arrojar una cifra de visitantes extranjeros de más de 56 millones este año y coronar el ejercicio más brillante desde 2007.

La aportación del turismo a la economía española, de en torno al 10%, es determinante para consolidar la recuperación, aunque su carácter coyuntural limite la generación de empleo de forma continuada. Es una actividad que moviliza a otras circundantes en un momento en el que la demanda está paralizada. Pero nadie debe sentirse enteramente satisfecho, porque este cambio no consolida un giro en el modelo de crecimiento, y en absoluto debe bajarse la guardia en la búsqueda de fuentes alternativas de crecimiento. Aquellas de carácter industrial que proporcionen más valor añadido y den una proporción estructural al empleo generado son las que merecen la atención de los gobernantes para que los flujos de inversión no se frenen y aprovechen la inercia de las actividades que están recuperando el pulso, aunque sea por circunstancias de carácter más geopolítico que económico.

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