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Tribuna
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El debate fiscal en Estados Unidos

En las últimas semanas se está produciendo en EE UU un intenso debate sobre el déficit presupuestario y la manera de reducir la creciente deuda del país. Las negociaciones para aprobar el Presupuesto del próximo año fiscal han sido muy duras y se resolvieron en el último momento. Además, este debate tiene lugar justo cuando el FMI acaba de criticar duramente a EE UU por la falta de una estrategia creíble para atajar la deuda. EL FMI considera que EE UU es uno de los pocos países miembros con suficiente margen de maniobra, dado el crecimiento económico del país, pero que está haciendo muy poco para reducir el déficit y la deuda, lo que puede suponer un riesgo para la economía global a medio plazo.

El Partido Republicano ha sido el primero en hacer públicas sus propuestas a través de uno de sus líderes más conservadores, el congresista Paul Ryan, que presento hace unos días su plan titulado El sendero a la prosperidad. Este plan propone mantener la recaudación en torno al 19% del PIB, y al mismo tiempo reducir el gasto al 20% del PIB en 2022 y al 14% en 2050. Esto supondría una reducción radical del gasto, que se centraría fundamentalmente en el gasto en sanidad, ya que la Seguridad Social no se tocaría, y los gastos en seguridad y residuales (en veteranos, pensiones federales seguro de desempleo…) solo se reducirían en un 5%. La financiación del programa de Medicaid (un programa de salud para las personas de rentas bajas) se trasladaría a los Estados a través de block grants, y los Estados podrían llevar a cabo recortes en los servicios. También se proponen cambios profundos en la financiación del programa de Medicare (que proporciona un seguro medico a la tercera edad) que se convertiría en contribuciones federales para cubrir seguros médicos privados. Con estas reformas se quiere reducir el déficit al 2.4% del PIB en 2015, conseguir que el gasto sanitario represente un 5% del PIB y aumentar las contribuciones de los beneficiarios (que en el caso de Medicare subirían al 68% del gasto).

Es difícil minimizar la magnitud del cambio propuesto. No solo desde un punto de vista político: estos programas son muy populares, incluso entre los votantes republicanos, y siempre se les ha considerado como el tercer raíl de la política estadounidense ya que tocarlos supondría un suicidio político, sino también desde un punto de vista social: EE UU tiene actualmente las tasas más altas de mortalidad infantil y de mujeres dando a luz de los países más ricos, y entre las más bajas de expectativas de vida. La reducción de estos programas llevará muy probablemente a un deterioro aun mayor en esas estadísticas, lo cual parece difícil de aceptar.

Por último, desde el punto de vista económico, la mayoría de los observadores está de acuerdo en que, incluso en el caso del escenario más optimista, pese a la reducción del gasto, será necesario también aumentar la recaudación si se quiere reducir el déficit por debajo del 3%. El intento de convertir al Estado en proveedor de programas mínimos de pensiones y de salud solo reduciendo el gasto parece poco creíble.

El presidente Obama respondió el pasado miércoles a esta propuesta con otra radicalmente distinta que trata de reducir la deuda pero manteniendo los programas sociales que constituyen el eje de las políticas Demócratas. Su propuesta trata de reducir el déficit pero de forma muy diferente: en vez de reformar drásticamente Medicare y Medicaid, Obama propone aumentar impuestos a los más ricos; reducir los gastos sanitarios haciendo estos programas más eficientes y aumentando el poder de negociación con los proveedores; reduciendo el gasto militar en 400.000 millones de dólares en los próximos 12 años, y disminuyendo otros programas domésticos en 600.000 millones de dólares en 10 años.

Tras estas propuestas, los posicionamientos por las dos partes están más claramente definidos, pero la brecha no puede ser mayor: Ryan, que fue invitado asistir el discurso de Obama, abandonó la sala antes de que concluyera el discurso enfadado por el contenido y el tono. Lo que casi nadie duda es que habrá una crisis fiscal en el horizonte cercano. Es probable, dadas las diferencias existentes y el ciclo electoral, que la solución se tenga que producir en el contexto de una crisis.

Sebastián Royo. Catedrático de Ciencia Política en la Universidad de Suffolk en Boston, EE UU.

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