La tecnología, clave en la modernización bancaria
Cada vez son más los bancos comerciales que retoman el proyecto que -hace algún tiempo- decidieron aplazar: modernizar sus plataformas tecnológicas base. Varios son los elementos clave que están impulsando esta tendencia. Entre otros, la disminución de beneficios por las pérdidas derivadas del aumento de la morosidad, mayores necesidades de financiación a un coste más caro, la disminución de la fidelidad de los clientes, la oleada de nuevas regulaciones o la intensificación de la competencia. Aumentar los ingresos recurrentes y contener los costes es más capital que nunca para impulsar el valor al accionista.
Por ejemplo, los costes regulatorios dejarán sentir su impacto en las cuentas de resultados -los cambios exigidos por Basilea III costarán a los bancos 770.000 millones de dólares, según un informe publicado el pasado mes de diciembre por el Comité de Basilea sobre Supervisión Bancaria-.
Además, los clientes cuentan con mejor acceso y transparencia para comparar ofertas, mostrando una sensibilidad creciente al precio y, consecuentemente, una menor fidelidad. Lo que resulta más inquietante es que las expectativas de casi el 70% de los directivos de bancos entrevistados por Accenture apuntan hacia una duración indefinida de todas estas conductas.
Por estas y otras razones, el objetivo es claro, que no sencillo: impulsar el crecimiento en sus negocios clave mediante el fortalecimiento de su capacidad para generar más ventas, crear productos innovadores y retener a los clientes, todo ello conteniendo o incluso reduciendo los costes.
Sin embargo, estos objetivos pueden estar fuera del alcance de algunas entidades debido a que sus modelos operativos y sus plataformas tecnológicas no están preparados para ello. Plataformas tecnológicas obsoletas y fragmentadas entorpecen una configuración flexible e innovadora (o sofisticada) de nuevos productos, así como su lanzamiento ágil, o la capacidad para aprovechar oportunidades de venta cruzada.
Además, el cumplimiento regulatorio se convierte en otro quebradero de cabeza. Si bien algunos de los requisitos específicos de Basilea III aún no se encuentran definidos en detalle, resulta evidente que aumentará las exigencias. Las plataformas base bancarias deberán adaptarse y superar una serie de pruebas para soportar dinámicamente los cambios regulatorios a medida que se requieran, un proyecto extremadamente caro cuando se utilizan sistemas poco flexibles.
Asimismo, plataformas tecnológicas orientadas a producto dificultan la industrialización del modelo operativo, y por tanto, crecer a un coste eficiente. Por todo ello, en la mayoría de los países la modernización de sus plataformas bancarias se ha convertido en una necesidad ineludible. Sirva como ejemplo que, según diferentes informes, aproximadamente el 20% de los bancos americanos necesitan sustituir urgentemente sus sistemas base ante la amenaza de perder el negocio frente a competidores tecnológica y operativamente más avanzados, y un 56% adicional obtendría grandes ventajas con la sustitución de dichos sistemas.
En general, podemos decir que las entidades financieras españolas pueden presumir de tener un modelo operativo y tecnológico que posiciona al sistema bancario español entre los más eficientes del mundo, con ratios de eficiencia en torno al 40%, o ratios de venta cruzada por encima de tres productos por cliente en media, que superan los seis en algunos casos y con clientes más leales que la media de otros países.
Este modelo es, además, claramente exportable, como están demostrando algunas entidades financieras españolas en sus procesos de expansión geográfica desarrollados durante los últimos años, consiguiendo niveles de eficiencia operativa y de eficacia comercial que se han convertido en importantes referentes en el mercado internacional.
Volviendo sobre el modelo tecnológico, este se basa en unos sistemas base que tienen su origen en las inversiones realizadas en los años noventa. En esa década las entidades españolas invirtieron creando una nueva generación de soluciones bancarias que les ha dado una clara ventaja competitiva, permitiéndoles invertir durante la siguiente década en soluciones de valor añadido (como soluciones de precio dinámicas y relacionales, aplicaciones de gestión de control de riesgo y de fraude, sistemas de información gerencial (MIS), o sistemas para la gestión de la relación con el cliente (CRM) o verdaderas plataformas de distribución multicanal. Mientras, otras entidades en otras geografías simplemente se preocupaban de mantener el día a día o, en el mejor de los casos, empezaban tímidamente a renovar sus soluciones.
Hoy en día, y tomando como referencia el caso español, nadie duda de la importancia y la ventaja competitiva que genera una plataforma tecnológica base robusta, integrada y centrada en el cliente, que sin ser obviamente suficiente, sí es condición necesaria para lograr un crecimiento sostenible y rentable.
Algunos bancos se han resistido a modernizar sus sistemas pero el sector no espera. En pocos años, las entidades que no consigan revitalizar sus sistemas base, quedarán rezagadas frente a sus competidores.
María Teresa Álvarez. Socio de Accenture