Las dos Europas
En estos momentos de explosión de la crisis de la deuda soberana en Europa -última fase de la gran crisis económica y financiera iniciada en 2007-, podríamos parafrasear a Antonio Machado diciendo: "Europeo que vienes al mundo te guarde Dios, una de las dos Europas te ha de helar el corazón". ¿A qué dos Europas me estoy refiriendo? Pues a los dos grupos de países que, dentro de la zona euro, han resultado hasta ahora como ganadores y perdedores, respectivamente, de la crisis en su conjunto.
Los países ganadores son los del Norte, con Alemania como punta de lanza. Sus economías son abiertas al mundo, competitivas, de alta productividad, innovadoras, tecnológicamente avanzadas, muy exportadoras, sobre todo de bienes industriales, plenamente integradas en la globalización, con unos costes de producción ajustados, políticamente bien gobernadas, relativamente poco endeudadas, con una baja tasa de paro y un alto nivel de crecimiento. Los países perdedores son los del Sur o periféricos si incluimos a Irlanda; se les acostumbra a denominar PIIGS según un conocido acrónimo anglosajón (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia, España), otros les llaman olive oil republics (con la excepción de Irlanda, que no produce aceite). Las características principales de sus economías son el reverso de la medalla de los países del Norte.
Entre ambos bloques se encuentra Francia, que ha optado por no despegarse de Alemania, sabedora de que si la deja es capaz de volar sola y consciente de que el despegue germano podría significar su incorporación al grupo de los países productores de aceite del sur del continente, entre los que la vecina España destaca por sus malos resultados.
Sabíamos que la zona euro no era una zona monetaria óptima. Lo que no sabíamos es que al cabo de poco más de una década de su creación las asimetrías entre sus países miembros llegarían a ser tan acuciantes como lo son actualmente. Alemania y Francia han declarado conjuntamente que, a pesar de todo, la zona euro no corre peligro y que hay que salvar el euro a toda costa, ya que, en palabras de Sarkozy pronunciadas recientemente con motivo de la reunión del World Economic Forum en Davos, "el euro es Europa". Esta es la consigna carolingia.
La cuestión es cómo conseguir que la zona euro no se rompa. ¿Facilitando quizás la salida de algún país perdedor? No parece que sea este el objetivo, sino todo lo contrario: tratando de que los países perdedores se conviertan lo más rápidamente posible a las buenas prácticas de los ganadores. En esto consiste precisamente el plan de competitividad presentando conjuntamente por Francia y Alemania, a cambio de aumentar los recursos del Fondo de Estabilidad Financiera para hacer frente a posibles nuevos rescates de países en dificultades.
Ejes principales de este plan son, por ejemplo, vinculación de salarios a productividad, coordinación presupuestaria, nuevos límites al déficit y a la deuda, sanciones a países incumplidores, aumento de la edad de jubilación en función de la esperanza de vida y base fiscal común al impuesto de sociedades como primera fase de una armonización fiscal.
La cumbre de la zona euro y la del Consejo Europeo del pasado mes de marzo, celebradas ambas en Bruselas, han confirmado estos proyectos. Además, se ha creado un Mecanismo de Estabilidad Financiera (MEF) con carácter permanente a partir de 2013, previa una pequeña reforma del Tratado de Lisboa, según exigencias constitucionales de Alemania.
El MEF refuerza el sistema de vigilancia financiera de la UE y establece un método permanente para suministrar asistencia a los Estados miembros que atraviesen por graves problemas financieros, con la condición de que se lleven a cabo estrictos programas de ajuste económico y fiscal en los países que soliciten ayuda. España se ha dado claramente por aludida.
Víctor POU. Profesor del IESE