Indiferente para Europa, pero muy malo para España
El desacostumbrado tono explícito utilizado por Jean-Claude Trichet hoy para preparar el terreno a una subida de los tipos de interés en la zona euro en abril , deja pocas dudas sobre la voluntad de endurecer la política monetaria y anestesiar las tensiones inflacionistas súbitamente aceleradas por la crisis geopolítica de los países árabes de próximo y medio oriente. Sólo una corrección rápida de la inflación generada por las materias primas (en España las tasas de inflación están ya por encima del 3%, pese al estancamiento de la demanda), o una actitud muy firme y muy manifiesta y comprometida de los agentes económicos privados de la zona euro para evitar inyectar en la segunda ronda de generación de precios la inflación ya aflorada, lograría hacer desistir a los hombres de Trichet de su anunciada decisión. Por tanto, lo que ocurra en las cuatro próximas semanas, y no tiene buena pinta lo que parece ocurrir en el norte de África, determinará si el precio del dinero subirá en Europa en abril.
La subida de los tipos de interés llega en el momento más inoportuno para la actividad económica en toda Europa, cuando la recuperación no se ha consolidado, y cuando los proyectos de inversión surgidos tras la crisis están en fases de todo punto alejados de su maduración. Lógicamente tan inoportuna como la subida de los tipos es la escalada de los precios de las materias primas hasta niveles que hace sólo diez años hubieran sacudido los cimientos económicos de Occidente. Por tanto, el endurecimiento de la política monetaria es de libro, aunque las páginas que estamos escribiendo en los últimos años, y ahora también, tienen poco que ver con la ortodoxia clásica, ya que esta crisis ha puesto en revisión aquello que hasta ahora consideraban sagrado hasta los más heterodoxos de los economistas.
Independientemente de lo que mandan los manuales, sí parece evidente que Europa puede esquivar un efecto perverso del encarecimiento de la financiación, siempre que se trate, como insinuó Trichet, de una subida puntual de choque. Pero España no está ahora en condiciones de absorber una subida de los tipos de interés, cuando tiene uno de los niveles de endeudamiento privado más elevado del Continente, y cuando la actividad inversora y la demanda de consumo están sedados por la falta de expectativas, la subida de impuestos y la dosificación a cuentagotas de la financiación del exterior.
Mala noticia para España, por tanto, una subida de los tipos de interés. Mala noticia porque reducirá notablemente la renta disponible de los particulares y encarecerá los proyectos de inversión en marcha, amen de amenazar con abortar los que aún no han alumbrado. Trichet y sus hombres deben meditar muy bien sus designios. Europa no puede verse envuelta de nuevo en el error de 2008, que encajó una subida de los tipos de interés directores cuando la avalancha de la crisis se cernía sobre el Globo, y el BCE se empeñó en una lectura particular desafortunada y perniciosa para Europa, que se recordará en los libros de historia.