Planificación y vida para los centros urbanos
Los centros urbanos son tejidos sociales y económicos, a la vez que complejos y muy sensibles. Son espacios vibrantes. Las ciudades necesitan que sus centros urbanos sean el corazón que late y da vida a la ciudad. Nuestro reto consiste en tratar estos espacios como aliados imprescindibles en el diseño de unas ciudades más habitables y sostenibles.
Enunciemos algunos de los elementos que han sido considerados como amenazas a la competitividad de los centros urbanos como destinos de compra y ocio: la dinámica del crecimiento urbano desbocado; la proliferación de las periferias urbanizadas; la movilidad creciente de los consumidores y la separación entre los usos residenciales, de trabajo, de compra y ocio. Sin embargo, estos mismos elementos también han devuelto al centro de la ciudad su vocación de espacio único, más humano y amable.
El centro de la ciudad debe seguir siendo un lugar de compra, consumo y ocio con calidad de vida. El comercio es un aliado en este objetivo, ya que ha demostrado ser una actividad económica que favorece la integración y la cohesión social, que desarrolla un tejido empresarial de pymes muy comprometido con el empleo y el entorno, que atrae inversiones de pequeña y mediana escala que con su capilaridad extienden los beneficios de la revitalización urbana al espacio público próximo, generando comunidad. El comercio urbano es también un dinamizador cultural y contribuye a la sostenibilidad urbana, a la seguridad y a la competitividad de los entornos en los que se localiza. En nuestros centros urbanos es donde se concentra una gran parte del comercio más especializado, glocal, (fusión de global y local) emergente y tradicional, que cuenta con un gran potencial para proyectar la ciudad como un destino más atractivo y diferenciado.
Los modelos actuales de gestión de los centros urbanos, en nuestro país, parecen estar agotando sus posibilidades de avance hacia un modelo integral que vaya más allá de las intervenciones de las administraciones locales ordenando y/o promoviendo sus usos económicos. Nuestro marco jurídico resulta ya inadecuado para proponer nuevos modelos de gestión basados en la colaboración público-privada, capaces de generar nuevos recursos económicos. Y, por último, no nos podemos permitir los costes sociales, ambientales y económicos de la deslocalización de actividades económicas del centro de la ciudad. La desaparición del tejido comercial de los centros urbanos o su sustitución por una oferta indiferenciada, repetitiva e imitadora de los centros comerciales planificados, condena a los centros urbanos a competir sin una distinción específica y a asumir las peores condiciones de accesibilidad como un freno a su atractivo.
Tenemos todavía un largo camino que recorrer y debemos aprender de países como Reino Unido, Canadá, Alemania o EE UU donde figuras como los Business Improvement Districts (BID) están consolidadas. Las administraciones deben crear las condiciones necesarias para que estos nuevos modelos, basados en la participación de los agentes económicos y la cooperación en la gestión común, puedan contar con un sistema de financiación suficiente, estable y equitativo. æpermil;ste va a ser un proceso ineludible en nuestro país y es especialmente oportuno plantearlo ahora.
Tamyko Ysa / Agustín Rovira. Profesora de Esade y presidente de Agecu