Rosell prioriza la visión de Estado
Juan Rosell, el nuevo presidente de la CEOE, satisfizo ayer la expectación despertada ante su primera comparecencia pública tras acceder al cargo. Su discurso rebosó sentido de Estado al solicitar a propios y extraños la responsabilidad que, como dirigentes, les exige la sociedad para desencallar la economía española. El talante constructivo y pactista -como él mismo definió la postura actual de la patronal- es una bocanada de esperanza y confluye con la demanda expresada recientemente por los dirigentes de los sindicatos de un gran pacto de Estado que sirva de revulsivo económico contra la crisis.
Como muestra de esa disposición al pacto, el nuevo líder de los empresarios afirma inteligentemente que la organización que preside está dispuesta a renunciar a algunas de sus aspiraciones y, sus directivos, a "quemarse" si es preciso para alcanzar ese gran acuerdo global. Abandonar posturas maximalistas es una premisa si se tiene de verdad voluntad negociadora, algo que ha faltado en las organizaciones políticas y sociales durante estos largos años de crisis en España. La oferta de concesiones de Rosell es un argumento de peso que le capacita para instar a las otras partes a realizar también contraprestaciones. Las próximas semanas descubriremos si es sincera esa voluntad de negociación de la que alardean tanto Rosell como los dirigentes sindicales, y que además reclaman a los políticos, pero que sobre todo exige una ya cansada ciudadanía.
El pacto de pensiones será la prueba de fuego. Juan Rosell acierta al recordar que si fracasan en el intento todos los participantes en el proceso negociador se habrán equivocado. Un acuerdo tan sensible socialmente sería un argumento de seriedad a esgrimir ante los mercados de deuda, pero también ante los socios comunitarios -en especial frente a la corrosiva Alemania-. Además, servirá para demostrar a la sociedad española que los dirigentes sociales y políticos están dispuestos a priorizar el interés común sacrificando los intereses partidistas.
El quid pro quo de Rosell no solo es justo, es imprescindible para aprobar las reformas pendientes con urgencia y asegurar una implementación eficaz de estas. Sin miramientos, el dirigente plantea a cada parte lo que ha de poner en juego: al Gobierno, al que reconoce esfuerzos, le pide otros nuevos; al PP, que piense en clave de país y no electoral; a las tres Administraciones, un esfuerzo superior para contener el déficit, y a los sindicatos, que miren hacia el futuro. Acierta de pleno en sus demandas.
Pero también emplazó a su organización. Solicitó al sector financiero acelerar su reconversión, uno de los puntos débiles de la economía española, y recordó que la negociación colectiva debe ser simplificada. Todo ello también implica una remodelación de aquellas organizaciones empresariales cuyo único sentido se centra en negociar un convenio.