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Tribuna
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La épica y la lírica en los mercados

Una deuda creciente y unos costes de los intereses de la deuda en aumento pueden evolucionar en una espiral mortal, con los dos factores autoalimentándose en un círculo vicioso cada vez mayor. Nadie sabe cuándo ocurrirá una catástrofe como esta, pero ninguna nación prudente podría ponerse a sí misma en una situación de semejante riesgo".

Estas son, en tono épico, algunas conclusiones del Grupo de Trabajo para la Reducción de la Deuda (The Debt Reduction Task Force), creado por el presidente Obama, que han de ser aprobadas próximamente por el Congreso de Estados Unidos. Este informe sostiene que "hacia el año 2025 los ingresos federales serán completamente consumidos por la combinación de los pagos de intereses de Medicare, Medicaid y de la Seguridad Social. Incluso sin una crisis, el crecimiento de la deuda aumentará nuestra dependencia de los prestatarios extranjeros, abriendo un debate relativo a la economía y a la seguridad nacional. Ya hoy en día más de la mitad de la deuda federal está en manos extranjeras, de las que China es el mayor propietario. En 2020 el Gobierno federal pagará un billón de dólares, el 17% del gasto federal, en el pago de intereses, visto de otra forma, tendrá que destinar cerca de la mitad de los ingresos por impuestos al pago de los interés, y éstos serán mayores que presupuesto de Defensa". A pesar de estos hechos, la deuda de Estados Unidos está poco presionada por los mercados.

La atención, y no la información, es hoy en día un recurso escaso. La información alimenta los mercados, pero la capacidad de fijar la atención en unos asuntos y no en otros es la característica principal que otorga poder a quien dispone de esa habilidad.

La existencia de los mercados financieros modernos depende, en gran medida, del volumen de transacciones. Con la intermediación se obtienen los fondos para pagar a los brókeres y creadores de mercado y, sin ellos, estos mercados no existirían. Es conocido que los inversores intermedian con menos intensidad si han perdido dinero, pero se activan en cuanto se sienten sobreconfiados.

Exceso de confianza significa que el inversor está muy seguro de sus propias opiniones y no considera lo suficiente la de los demás, de modo que esta heterogeneidad en las creencias contribuye a una mayor intermediación.

Es también frecuente otorgarse a uno mismo demasiado mérito por los éxitos y atribuir muy poco a la suerte o las circunstancias, por lo que en un mercado donde la mayoría de los inversores tienen éxito aumenta la sobreestimación y con ella la intermediación.

A estos hechos se contrapone la idea generalista de que a mayor información corresponde una mayor posibilidad de controlar los acontecimientos que ocurren en los mercados. Es una equivocación. Aproximadamente, 2.000 millones de fragmentos de información entran en nuestros sentidos cada segundo. El filtro que se aplica para procesarlo recibe el nombre de sistema de activación reticular, que solo deja pasar tres clases de información: la que es sustancial para la supervivencia, perder dinero puede serlo; aquella que tiene valor como novedad, por eso continuamente realizamos comparaciones con lo ya conocido, o si tiene alto contenido emocional, alegra, entristece, repugna, irrita…

Por tanto, una idea puede inculcarse siempre que sea compatible con la que una persona ya posee y por eso lo más fácil para que alguien acepte una idea es hacer que confirme lo que piensa su interlocutor.

En comunicación existe un principio inexorable: el sentido y significado de toda comunicación es la respuesta que suscita. No importan lo buenas que sean las intenciones a la hora de comunicar, el éxito de la interacción depende de la manera como el oyente recibe el mensaje. Las actitudes y las creencias del interlocutor son fundamentales para graduarlo: si la creencia del inversor es que puede obtener más del doble de lo que perdería vendiendo deuda soberana de países de la zona euro, actuará en consecuencia por mucha explicación que se quiera desplegar sobre lo poco racional que resulta esa decisión.

El esfuerzo máximo ha de orientarse a modificar esa creencia, incidiendo en aspectos que afecten a la supervivencia de quien lo cree, sea una novedad para él o esté vinculado a algún tipo de emoción que modifique su conducta. La transparencia ayuda poco, porque no es cuestión de la cantidad de la información, de lo clara y precisa que sea, sino de cómo va a ser interpretada.

Más información no vuelve a alguien más inteligente y ser inteligente no hace necesariamente a alguien más sabio. David Gelenter dice que en la era de la información se sabe, sobre todo, de videojuegos, el foco de interés se reduce a asuntos estereotipados y la gente joven está "colosalmente desinformada".

Según la Debt Reduction Task Force, "la deuda federal crecerá a niveles inmanejables, presionará al alza los tipos de interés, comprometiendo nuestra prosperidad y haciéndonos cada vez más vulnerables a los dictados de nuestros prestamistas, incluidas naciones cuyos intereses pueden diferir de los nuestros". Lawrence Koltikoff dice que para acabar con la brecha fiscal, es decir el valor actual de la diferencia entre el gasto proyectado y los ingresos proyectados en el futuro, Estados Unidos necesita un ajuste permanente del 14%. Dado que los ingresos federales ascienden al 14,9% del producto interior bruto, el Gobierno tendría que duplicar los impuestos.

Por tanto, si la economía estadounidense está fuera del foco de atención ha de ser por un acto de fe. Ese es un comportamiento irracional y, como tal, sustituible en cuanto entre en juego la supervivencia, otra novedad o una emoción que llame la atención de los jugadores. La transparencia suena demasiado lírico.

Carlos Balado. Director de Obra Social y Relaciones Institucionales de la CECA

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