_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

A lomos del 'tigre celta'

El mito liberal de la construcción europea es el caso irlandés. Durante muchos años, Irlanda fue el paradigma de que los bajos impuestos, en especial el famoso tipo del 12,5% en el impuesto de sociedades, conducían a una mayor recaudación y a la prosperidad. Este paradigma parece haberse roto con la crisis financiera y el posterior rescate irlandés. De hecho, el Gobierno irlandés, para hacer frente al rescate de las entidades financieras, ha tenido que recurrir a la ayuda europea y del FMI. Para poder pagar la deuda derivada de este rescate y sus intereses se ha visto obligado, entre otras cosas, a una importante subida de impuestos. Por lo visto, ya no parece tan evidente la cuestión de que bajar impuestos sea el sistema para recaudar más, sino más bien al contrario.

Sin embargo, el Gobierno irlandés se ha negado, en redondo, a modificar su impuesto de sociedades, mientras exige mayores impuestos y enormes sacrificios a toda su población. La realidad es que los irlandeses siguen confiando, como una de las claves de su crecimiento, en un impuesto de sociedades muy liviano para las empresas.

Esta cuestión puede parecer contradictoria, pero hay que entenderla en clave de competencia fiscal. En principio, deben ser los irlandeses los que decidan cuántos impuestos pagan las actividades empresariales desarrolladas en Irlanda. Sin embargo, si desde un país pequeño se realizan ventas a toda Europa, y se concentran todos los beneficios allí, la situación cambia. Si eso sucede, hay dos grandes beneficiarios, las multinacionales y el Estado irlandés, y cientos de millones de perdedores, los contribuyentes del resto de Europa, que deben pagar mayores impuestos para disfrutar de prestaciones públicas. Por otra parte, se produce una localización antieconómica de las inversiones que se concentran en un territorio donde no se hubiesen localizado de no ser por razones puramente fiscales. Esto tiene un coste de eficiencia: basta pensar que aunque toda la industria del software en Europa está radicada en Irlanda y disfruta de una carga fiscal inferior a la americana, los programas son más caros en Europa que en Estados Unidos.

La competencia irlandesa ha forzado rebajas fiscales en el impuesto de sociedades de toda Europa. Pese a ello y en la práctica no se puede competir: aunque el tipo nominal del impuesto en Irlanda es del 12,5%, las multinacionales están pagando mucho menos. La clave es la utilización de paraísos fiscales. Mediante las estructuras conocidas como double irish, las grandes empresas multinacionales consiguen reducir su factura fiscal de forma drástica. La clave es que Irlanda considera como no residentes -y no las somete al impuesto de sociedades- a las entidades constituidas en Irlanda pero administradas desde otro país. Si este otro país es un paraíso fiscal, esta entidad, en la práctica, no paga impuesto de sociedades por sus beneficios. Si esta sociedad factura a una empresa radicada en otro país, éste le aplica la normativa antiparaísos, pero si factura a otra sociedad irlandesa (double irish), la segunda sociedad tiene gastos que reducen sus beneficios. Obviamente, es la segunda sociedad irlandesa la que vende a toda Europa y concentra los ingresos del grupo multinacional. Los beneficios de un gran grupo multinacional en Europa acaban tributando en paraísos fiscales (casi nada) y el resto al 12,5% en Irlanda. Al Estado irlandés, esta situación le conviene porque grava unos beneficios (de toda Europa), que de otra forma no estarían en Irlanda y además, allí se establecen y tributan los empleados de las multinacionales.

Esta situación es insostenible, y más en una situación de grave crisis fiscal en toda Europa. Para revertirla habría que establecer un mínimo de armonización fiscal en Europa, no solo en cuanto a los tipos impositivos sino, sobre todo, estableciendo una normativa antiparaísos fiscales común. En cualquier caso, es inaceptable que los contribuyentes europeos financien fondos de rescate para que las multinacionales acaben tributando en paraísos fiscales. Debemos ser conscientes de que continuar a lomos del tigre celta puede hacer que acabemos… en su vientre.

Francisco de la Torre. Secretario de la Organización de Inspectores de Hacienda

Archivado En

_
_