La inversión extranjera como objetivo
Existe un amplio consenso, por no decir unanimidad, en que la difícil coyuntura de la economía española requiere tanto un tratamiento sistemático y coherente que permita corregir los desequilibrios existentes como el uso de todas las palancas necesarias para movilizar la inversión. Una de ellas es incentivar la llegada de capital foráneo, un flujo de financiación que debido a la crudeza de la crisis global que vivimos se ha reducido de forma dramática en los últimos años. Las primeros seis meses del ejercicio en curso, no obstante, empiezan a mostrar señales alentadoras, según explica Mari Paz Ramos, la responsable de Invest in Spain, una sociedad creada por el Ministerio de Industria para fomentar este tipo de inversión. Cegada por las exigencias del ajuste presupuestario la posibilidad de utilizar el gancho fiscal, y ofreciendo ya tipos efectivos societarios muy competitivos, resulta más necesario que nunca sentar un marco de juego más estable y amigable para el inversor exterior.
Como la propia responsable de Invest in Spain cita, la seguridad jurídica es esencial en esta tarea, al igual que el asegurar la flexibilidad de los factores de producción, la capacitación de los recursos humanos y la facilidad para acceder a otros mercados. Si bien es cierto que España ya es la séptima potencia mundial en stock de capital extranjero gracias a un trabajo acertado en los últimos años, también los es que la indefinición e incoherencia del Gobierno a la hora de tomar decisiones de consolidación fiscal, así como al legislar sobre alguna materias clave, han generado dudas sobre la estabilidad del tablero económico nacional. La recién nacida reforma laboral se ha recibido con cierto escepticismo en el empresariado y todavía está por ver qué efectos va a producir realmente a la hora de estimular la contratación, sobre todo si tenemos en cuenta que hace hincapié en abaratar los costes de salida y no los de entrada en el mercado de trabajo.
No caben excusas. El Ejecutivo debe allanar el camino estableciendo en primer lugar un clima de confianza y fiabilidad en la economía española, cuyos fundamentales, por cierto, permiten asegurar con certeza esa perspectiva. Debe también propiciar un marco regulatorio estable y, por tanto, ampliamente consensuado con la oposición parlamentaria, sobre los nuevos sectores emergentes, donde se va a concentrar la llegada de capital en los próximos años. Y debe a su vez perseverar en las políticas de innovación, formación del capital humano y promoción de la marca España en los nuevos actores del planeta. La presencia en países como China, Corea del Sur, Brasil o India para difundir los atributos de la economía española tiene que ser una constante. Tenemos un país atractivo que ofrecer y muchos años de experiencia en esta tarea. Hagamos nuestros deberes.