Un mercado laboral imperfecto
España tiene un sistema educativo imperfecto, a juzgar por los pobres resultados que ofrece, y por ello un mercado laboral imperfecto. El creciente abandono escolar en secundaria, tras deambular por cursos repetidos en la adolescencia, coloca a decenas de miles de jóvenes en el limbo de los ninis. Ni estudian ni trabajan, una deprimente situación en la que terminan porque ni el sistema educativo ni el formativo ni el laboral funcionan con racionalidad.
Nada menos que 650.000 jóvenes de 16 a 29 años están de brazos cruzados, laboralmente desanimados, puesto que raramente manifiestan ser activos, esperando que alguien resuelva un problema que ni siquiera reconocen tener. Toda economía industrializada y toda sociedad culta debe aspirar a una población lo más formada posible. Pero la española ha abusado de la ambición universitaria cuando tiene un modelo productivo que no precisa tal inflación de profesionales con titulación superior, mientras ha despreciado (sociedad, Gobiernos y empresas) la formación profesional reglada, la cuna de los oficios, que en países de vocación manufacturera, como Alemania, han proporcionado ocupabilidad, empleabilidad, a la mayoría de la población. España debe replantearse esta cuestión para evitar convertir a cohortes masivas de jóvenes en parados de por vida.