_
_
_
_
_
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los mercados diseñan el euro asimétrico

Cuando los países sureños de Europa se lanzaron en bloque, capitaneados por España, a lograr las condiciones exigidas para entrar en la moneda única, varios economistas, como si hubiesen sindicado sus discursos, clamaron contra ellos porque entendían que impedirían que la zona euro fuese, a imagen y semejanza de la disciplinada y estricta Alemania, una unión monetaria óptima. Pero los esfuerzos macroeconómicos hechos por los países periféricos, estimulados por el crecimiento aparejado a la idea misma de la creación de la moneda, difuminaron los temores y convirtieron a euroland en una zona monetaria nominalmente óptima. Al menos hasta que una crisis económica, una simple crisis de actividad, pusiese al descubierto las carencias del montaje y explicitase que la zona euro es asimétrica, porque hay diversos modelos de crecimiento, de productividad o de enfrentarse a los problemas, por muy unificadas que estén las políticas fiscales y muy única que sea la monetaria y cambiaria.

Dado que la categoría de la crisis que ha surgido no es una simple crisis de actividad, una simple contracción de demanda, sino la mayor catástrofe financiera desde el crac del 29, que va poniendo en su sitio a bancos, supervisores, empresas y Estados, y que es la primera que afronta el euro, existe un extendido temor a que la moneda única desaparezca. La doctrina que clamaba contra el área monetaria óptima por sus imperfecciones ha visto por fin cumplida una parte de su profecía: se trata de una unión monetaria sobre un territorio con economías muy diferentes, lo que convertirá la política monetaria en un ejercicio de endiablado equilibrismo. Así ha sido en los últimos años, pero ¿quiere eso decir que el euro sea inviable?

En absoluto. Cuando arrancó la crisis, todo el mundo daba por descontado que la financiación de la economía se iba a encarecer, y ha estado más cara por la escasez de recursos en el mercado y por las dificultades de los bancos que por los fundamentales. Pero ya ha llegado la hora de los fundamentales, que vía rentabilidad del bono a 10 años de los títulos emitidos por cada país (todos emiten en euros, pero con el respaldo de Estados diferentes) marca el precio de la financiación de la economía de su territorio. Todos sabemos que España no es Alemania, y que mientras una economía crece un 3% aunque la divisa esté apreciada, la otra está estancada en el más optimista de los casos, lo que convierte en más dificultoso el abono de sus cargas financieras. Por tanto, con los fundamentales de una economía y otra a nadie le extraña que la prima de riesgo esté en más de 200 puntos básicos, aunque todo el mundo sepa que una parte de los 300 que registra ahora pueden ser especulación pura.

Lo que pasa con España ha empezado a pasar con Italia y con Bélgica, y se propagará a Francia. Y a cada país el mercado le pondrá precio al coste de la financiación de su economía, que no es ni más ni menos que el tipo del bono a 10 años, en función de sus fundamentales. Y no por ello el euro correrá riesgo de desaparición. Solo se convertirá en lo que algunos sospechaban en los noventa que sería: una zona asimétrica y monetariamente no del todo óptima, pero no por ello inviable.

Si damos por bueno este planteamiento que parece que el mercado está consolidando, y que está trasladando también a los precios de las acciones, puesto que una financiación más cara dañará los beneficios de las empresas, objetivos como lograr que la renta y los precios se igualen con los del más rico de los socios deben volver al espacio de los deseos. Porque no ocurrirá por el simple hecho de que emitamos deuda en euros.

Y desde ahora, o desde el día en que el mercado lleve hasta donde cree que tiene que ir el coste de financiación de España, habrá que concentrar esfuerzos en reducir el coste de la financiación pública y privada, estimulando el crecimiento y con señales inequívocas de que el déficit se controla. Esa es la política económica, o el margen que para ejercerla deja la integración en el euro. Y en ella participan el Gobierno y todos los agentes, que deben buscar fórmulas para compensar las medidas que España ha practicado siempre (devaluación) y que ahora no puede tomar, pero que son inevitables para recomponer la competitividad perdida.

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Más información

Archivado En

_
_