Expansión cuantitativa, capítulo segundo
Obama llegó al poder con la promesa del mayor paquete de estímulo fiscal de la historia, luego se le arrugó el brazo y acabó poniendo encima de la mesa la mitad de la mitad. Gran error, puesto que les ha dado a sus oponentes la coartada perfecta para argumentar que el estímulo fiscal no ha funcionado y que hay que dar un giro hacia la austeridad, cuando en realidad el gran estímulo no fue tal. Ante el resultado de las recientes elecciones legislativas, no tiene pinta de que en un futuro próximo la economía americana vaya a recibir impulso alguno por el lado de la política fiscal.
El único que queda para tirar del carro de la economía americana es Bernanke, de ahí que la Reserva Federal anunciara la pasada semana un nuevo paquete de medidas por 600.000 millones.
La idea, en palabras de Bernanke, es que tipos de interés más bajos en las hipotecas faciliten la adquisición y refinanciación de las viviendas, que el menor coste de financiación de las empresas fomente la inversión y que la subida de la Bolsa aumente la riqueza de las familias y su confianza y de este modo se animen a consumir más. Mayor consumo aumentará ingresos y beneficios que, en un círculo virtuoso, generarán mayor crecimiento económico. Las principales críticas al programa vienen de los que temen un repunte incontrolado de la inflación. Yo, particularmente, pienso que un poco de inflación es deseable y que, si bien, toda ayuda por parte de la Reserva Federal es bienvenida para salir de esta crisis, puede no ser suficiente si los impulsores de la austeridad llevan al extremo sus demandas. Mientras, en Europa, seguimos pensando que esta cumbre la podemos coronar con dos mochilas a la espalda -austeridad fiscal y ortodoxia monetaria- y además, sin el oxigeno que un tipo de cambio débil nos proporcionaba. Veremos.
Joaquín Casasús. Director general de Abante