Un crecimiento estable
En el fondo, un crecimiento mundial desigual y moderado. æpermil;ste es el escenario más probable a medio plazo. Un crecimiento lento, considerando la intensidad de la crisis. Pero también estable. Ni W, ni V y espero que tampoco L. Al final, una recuperación clara con un techo de crecimiento que se estabiliza en el tiempo. Años, probablemente. El problema es que esa tasa de crecimiento máximo es inferior al crecimiento potencial previo a la crisis. Demasiado moderado para absorber en poco tiempo el empleo perdido en los dos últimos años. ¿Cómo incentivar la inversión productiva? ¿Cómo mantener una elevada productividad sin que se traduzca en una mayor debilidad del mercado de trabajo?
Las mismas autoridades que deben recomponer sus finanzas deben aprobar medidas que respondan a las dos preguntas anteriores. Un ajuste de balance también obligado al resto de los agentes económicos, especialmente para las familias. ¿Reducir el ahorro acumulado en los últimos años? ¿Y el pago de su deuda? ¿Con qué ingresos? No, pedimos demasiado a las familias. Sin olvidarnos tampoco de las entidades financieras. El ajuste lleva su tiempo. Y la situación macro y financiera actual no es la más adecuada para que sea rápido.
Quedan las empresas, por un lado, y los bancos centrales, por otro. Las empresas también se han enfrentado a la crisis con un elevado endeudamiento, aunque su recomposición puede ser un factor secundario cuando las condiciones financieras son favorables y los beneficios se recuperan mucho más rápido de lo esperado. En Estados Unidos, con datos aún muy limitados del tercer trimestre, los ingresos crecen a ritmos del 6% y los beneficios por encima del 40%. Probablemente a medida que las empresas norteamericanas cierren el trimestre veremos cómo ambas tasas han convergido más, con el crecimiento de los beneficios entre el 25%-30%. Para todo el ejercicio nuestras previsiones son de un aumento de los beneficios para las empresas del S&P cercano al 26%. Así, en poco más de dos años se habría recuperado el nivel de beneficios previo a la crisis. Pero esto significa un nivel de efectivo en las empresas del índice que puede superar 1,5 trillones de dólares. ¿Qué hacer con tanto dinero? Dividendos, autocartera y buscar sinergias con la compra de competidores. ¿Invertir en aumentar capacidad? No hay prisa, cuando de hecho aún no se utiliza totalmente la capacidad existente. Como máximo, renovación de equipos. Además, el escenario futuro sigue siendo muy incierto.
Decía un consejero de la Fed hace unas semanas que las medidas en política monetaria de tipo cuantitativo, siendo importantes para soportar el crecimiento económico, no lo eran tanto para acelerarlo. Para lograrlo mejor, las decisiones de los Gobiernos con respecto al ajuste fiscal a medio plazo y reformas que aprueben para aumentar la productividad. Es obligado luchar contra la incertidumbre sobre el futuro. Si el sector exterior ayuda, a través de un mayor protagonismo de la demanda final de las economías emergentes asiáticas en la demanda mundial, mucho mejor. Y necesitamos tiempo para llevar a cabo los ajustes de deuda a los que me refería antes. ¿Todo esto es suficiente? Necesitamos, además, una política monetaria laxa, con los bancos centrales tomando las medidas necesarias para asegurar unas condiciones financieras favorables. ¿Algo más? Esta crisis comenzó en los mercados, cuando son los mercados los que deben participar en su superación. No, no se debe infravalorar el papel de los mercados.
Si se dan las condiciones apropiadas, los mercados serán los primeros en descontar la superación real de la crisis. Los mercados, deuda y Bolsa, también la divisa, viven de expectativas. Son, por tanto, indicadores cualitativos adelantados. Los mercados aplauden los ajustes que se traducen en mayor crecimiento potencial futuro. Y los mercados, su subida, también contribuyen a la recuperación. ¿Lo dudan? Son juez y parte. De hecho, su subida beneficia a las familias (riqueza financiera), a las empresas (ajustes de balance) y a la banca (capitalización). Y permite poner un suelo a la inflación. Al final, se trata de cambiar la percepción actual de muchos inversores. El pesimismo es contagioso. Y el miedo, mucho más. Pero, ¿y los potenciales excesos que se pueden dar? Mucho deben subir para que realmente esta pregunta tenga sentido.
José Luis Martínez Campuzano. Estratega de Citi en España