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Tribuna
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Desigualdad de perdedores en la reforma de las pensiones

Los segmentos de población que con más interés deberían seguir el proceso de la reforma de las pensiones, porque no a todos afectará de la misma forma, son, por una parte, los que cumplirán los 65 años en los próximos 3 o 4 años y, por otra, los que ahora tienen aproximadamente entre 16 y 49 años.

El primer grupo, si no se hiciera ninguna reforma, o ésta fuera inadecuada, empezaría a sentir sus graves consecuencias en 2015 porque, tal y como están las cosas, en este año aparecerá el primer déficit en el Presupuesto para las pensiones, aunque se podrá compensar con el Fondo de Reserva hasta que se agote en 2025. En el caso más probable de que se tomen algunas de las medidas anunciadas, estos ciudadanos recibirán unas pensiones más bajas que las que reciben los que se han jubilado antes de la reforma.

El segundo grupo, si se han realizado reformas insuficientes recibirán pensiones, cuando empiecen a jubilarse en el 2025, todavía inferiores a las del primer supuesto del grupo anterior porque al agotarse el Fondo el sistema quebrará y, por tanto, se encontrarán con la misma situación que se daría si ahora no se hiciera ninguna reforma. Para evitar esta quiebra habría que recurrir o a fuertes reducciones en el importe de la pensión del referido grupo, mucho mayores que las que experimentarán los del grupo primero, o a una elevada subida de las cotizaciones, que afectaría a los que todavía no fueran pensionistas. Este grupo, por tanto, debería ser el más interesado en la reforma.

Estas situaciones son consecuencia de la evolución demográfica, que podría variar para bien o para mal como ha ocurrido en años recientes, pues según los últimos datos del INE, mientras que en los primeros años de este siglo hasta 2009 el número de habitantes de nuestro país se elevó un 14%, al comenzar la nueva década la previsión es que descienda esa tasa a un 2,7%. Estos cambios están influenciados por la crisis que, a su vez, aumenta el problema porque una importante parte de la población activa, al estar en paro largo tiempo, no aporta la cotización que hacía el Estado mientras cobraba el seguro de desempleo.

Pero lo más frustrante de la situación de los dos grupos, es que mientras han sido población activa ocupada han estado cotizando para que los pensionistas coetáneos cobren una pensión que habrá sido superior a las que recibirán los que les han estado financiando ya que, por cualquiera de las causas apuntadas, estos ciudadanos verán disminuida su pensión cuando se jubilen.

Estas reflexiones deberían estimular a los grupos mencionados para que presionen a los responsables y a la opinión pública a que afronten con realismo el problema sin ceder por motivaciones partidistas y electoralistas. Y, al mismo tiempo, para que, en la medida de lo posible, suscriban planes individuales y fomenten los empresariales como complementos para poder mantener, después de la jubilación, un nivel de vida acorde con el que se consiguió mientras se formaba parte de la población activa.

Eugenio M. Recio. Profesor honorario del Departamento de Economía de Esade (URL)

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