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Columna
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Los emergentes y el 'dinero caliente'

El capital especulativo es la pesadilla de los responsables políticos en muchas economías emergentes. Pregúntenle a Brasil o a Tailandia, que acaba de imponer una retención del 15% de interés sobre las ganancias de capital obtenidas por inversores extranjeros de los bonos tailandeses. Una de las preocupaciones es que la fortaleza de las divisas no sea competitiva y otra, que el dinero que se obtiene fácil, rápido se va. Esto provocará subidas y bajadas en economías vulnerables.

Pero no todas las entradas son malas. Siempre y cuando el capital pueda ser bloqueado a tasas baratas y se convierta en un uso productivo, puede incluso ser bueno. Una de las mejores maneras de hacerlo es que las empresas aprovechen las ventajas de la actual eclosión de salidas a Bolsa. Si los inversores internacionales quieren tirar el dinero por el carbón en la India, por la industria química en Malasia y el negocio de los seguros en Asia, los emisores -que a menudo son los Gobiernos- serían tontos si lo rechazan. Después de todo, el dinero que se invierte en una oferta pública de acciones no puede ser arrancado fácilmente. Claro, los inversionistas pueden vender sus acciones, pero al hacerlo estarían cortándose sus propias narices y no las de sus emisores.

El dinero invertido en OPV tiene dos características que lo convierten en más saludable: es rentable y a largo plazo. El tipo menos saludable del dinero caliente es la deuda a corto plazo, especialmente si se emite en moneda extranjera. Entre los dos extremos, existen los flujos de portafolio ordinarios en el mercado secundario, que no son tan buenos como las OPV, pero son mucho mejor que el endeudamiento en moneda extranjera en el corto plazo.

Si los países desarrollados consideran realmente que el capital especulativo del exterior está inflando sus mercados, éste sería un comercio rentable.

Por Hugo Nixon

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