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Tribuna
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Ampliar miradas, abrir mercados

No faltan estos días importantes debates sobre política macroeconómica. Junto a la posición oficial de recortes presupuestarios, existen otras (Paul Krugman en EE UU o Juan Urrutia en España pueden ser un exponente) que rebaten con ahínco esos recortes. Ante los grandes debates estratégicos sobre políticas públicas, uno podría preguntarse si la sociedad civil tiene algo que hacer, más allá de informarse y opinar, en la batalla por salir de la actual crisis.

José Ignacio Goirigolzarri y José Luis Larrea, desde su blog el primero, desde las páginas de El Correo y El Diario Vasco el segundo, han abierto un debate interesante sobre un nuevo enfoque, asumible desde el ámbito de las empresas y el tercer sector, para fomentar la creación de nuevos emprendizajes con el objetivo de que, en palabras de Goirigolzarri, "todo el que quiera asumir los riesgos de creación de una empresa con un proyecto plausible tenga acceso a las herramientas y financiación para llevarlo a la práctica". Algo para lo que, como dice José Luis Larrea, existe ya un amplio tejido, un verdadero "ecosistema", que podría servir de palanca para conseguir poner en marcha una nueva cultura emprendedora que se materializara, entre otros aspectos, en creación de empleo.

Pero no se trata sólo de crear empresas, sino de hacerlas sostenibles más allá de las incubadoras y los entornos de apoyo directo. La viabilidad de una empresa se demuestra en el mercado, a través de su capacidad para vender. Y el problema de muchas de nuestras pequeñas y medianas empresas es que, al contraerse los mercados tradicionales con la crisis, han entrado en crisis ellas mismas. La sostenibilidad, para ellas, pasa por encontrar nuevos clientes en otras geografías.

En este sentido quiero señalar que, en mi opinión, toda iniciativa de fomento de la creación de empresas y de fortalecimiento del tejido empresarial no sólo precisa de un entramado de apoyo a los nuevos proyectos (que ningún proyecto potente se quede en el cajón de las buenas ideas irrealizadas) sino que exige también que la nueva generación de empresarios lo sea en base a una nueva cartografía del mundo.

Cada vez más y más rápidamente, las empresas y el conjunto de la actividad económica responden a demandas globales, que también se articulan con necesidades locales, y superan de alguna manera la referencia a las fronteras y a la actuación centrada en los espacios socio políticos.

Ello requiere decisiones de internacionalización real. No se trata de llevar puestos de trabajo a otros países. El escenario que la crisis inaugura nos habla de empresas que deben salir fuera para seguir siendo sostenibles y poder crear empleo en su lugar de origen. El acceso a nuevos mercados y el desarrollo de una estrategia empresarial que haga viable la internacionalización es la clave para la sostenibilidad de la empresa.

Pero debe precisarse el enunciado general. La internacionalización no se plantea de la misma manera en todos los casos. Desde empresas industriales hasta, por ejemplo, el sector de las TIC, cuya propia naturaleza les permite la internacionalización y comercialización global desde escalas muy pequeñas, nos encontramos toda una gama de opciones y estrategias, que tienen un denominador común: alinear el crecimiento de la producción y del empleo con el crecimiento de la demanda de los mercados y su localización. En el caso de las empresas industriales, tendrán que plantearse, no sólo su dimensión, sino todo un proceso de implantación y una estrategia internacional adaptada. Así, empresas cuyos primeros proyectos de exportación consisten únicamente en la entrega del producto en el país de destino, van a evolucionar para incluir también en destino las fases de terminación y acabado final, hasta la propia implantación industrial que contemplará, progresivamente, la realización de la mayor parte de las actividades de la empresa en el país del cliente.

El paso de una a otra situación no es sencillo ni rápido. Se hace necesaria la construcción de plantas de fabricación en distintos países y desarrollar capacidades de compra, gestión y control de proveedores locales, de relación comercial con los clientes, logística y, también, gestión administrativa con las autoridades locales.

Este cambio de modelo viene acompañado del necesario incremento de las actividades de mayor valor en las plantas tradicionales, favoreciendo la generación de riqueza del entorno más inmediato.

En definitiva, si los mercados en los que operaban nuestras empresas hasta la crisis se contraen, no hay otra opción que acceder a más mercados y asumir el coste de aprendizaje, inteligencia y cambio cultural que supone. Y esta exigencia también se da, en todo caso, si queremos desarrollar proyectos potentes y competitivos.

Del mismo modo, nuestros emprendedores y empresarios necesitan ampliar la visión comercial e industrial, tanto como mejorar -si no más- sus estructuras de coste en este nuevo terreno de juego y generar nuevas capacidades y competencias, adaptadas a los nuevos retos y claves de este contexto internacional.

Andrés Arizkorreta. Consejo delegado de CAF

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