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Educación universitaria

La universidad analiza el 'suelo de cemento' de la mujer

Ocupan el 60% de los pupitres de los campus españoles. Sin embargo, temen los puestos de responsabilidad. Les falta decisión y autoestima

La presencia de la mujer en la universidad nadie la discute: representa el 60% del alumnado de las universidades españolas y obtiene el 60% de las becas. Sirva este ejemplo para comparar el avance: en 1910 sólo estudiaban en la universidad española 21 mujeres entre 15.000 hombres, es decir, el 0,1%. A pesar de los datos, queda todavía mucho camino por recorrer. Las mujeres copan los pupitres de los campus españoles pero no participan masivamente de los órganos de decisión. En España hay un 13% de catedráticas y un 14% de rectoras. Estos datos pueden dar una muestra de lo que supone un hecho certero: la mujer sigue teniendo dificultades para participar de la gestión empresarial en todos los sectores profesionales. No es un hecho aislado. "Llevamos detectando que, a pesar de que en el ámbito del conocimiento, nuestras alumnas, de forma general, obtienen mejores resultados que sus compañeros, cuando se acercan al mundo laboral, en las mismas condiciones que los varones, ocupan cargos de menor responsabilidad y su remuneración también suele ser inferior", dice Mercedes del Río, catedrática de Arquitectura Técnica en la Universidad Politécnica de Madrid y organizadora del curso de verano en el citado campus sobre La mujer en la universidad. Competencias para la empleabilidad.

Los resultados de inserción laboral de diversas escuelas de la Politécnica de Madrid (UPM) señalan que el sueldo anual neto en el primer empleo se situaba en 16.000 euros en el ejercicio 2002-2003. Tres años más tarde, esta misma remuneración alcanzaba los 25.375 euros. En el caso de las recién licenciadas, la retribución siempre es inferior en 1.000 euros. Según el citado informe, los alumnos de esta universidad cuando asumen un proyecto y tienen personal a su cargo no les importa el número de empleados, mientras que las mujeres prefieren dirigir grupos reducidos.

¿Qué está sucediendo?, ¿cuáles son las competencias que tienen los hombres y qué favorece su éxito en ese terreno? Las respuestas las ofrece Del Río: "Podríamos hablar del techo de cristal, es decir, de las barreras que de alguna manera están ahí y que son difíciles de superar, como embarazos o compaginar familia y trabajo". Pero también habla de otro concepto, como es el suelo de cemento, "el que se impone la misma mujer porque no tiene la misma ambición que el hombre, ni la misma confianza en sí misma".

Y agrega esta catedrática que una posible causa es la falta de referencias de mujeres que sirvan de ejemplo a nuestras alumnas, incluso en la misma universidad, que hayan sido capaces de compatibilizar una carrera profesional y una vida familiar completa. Para empezar, asegura que es necesario que todo alumno, independientemente del género, aprenda a distinguir entre conocimientos, habilidades, actitudes, motivaciones y capacidades, pero sobre todo a valorarse a sí mismo. También ha de hacer hincapié en el valor de la comunicación verbal como herramienta que puede mejorar la interacción con otras personas. El concepto de inteligencia emocional conviene desarrollarlo a fondo. Otro ejercicio que pueden y deben realizar las alumnas es escribir una carta de presentación y comenzar su currículo para después esforzarse y simular una posible entrevista de trabajo. La entrenadora profesional Miriam Bieger invita a las universitarias a realizar un viaje de introspección en busca de sí mismos. El objetivo no es otro, dice esta experta, que tomar conciencia sobre su valor, su diferencial ante la búsqueda de su primer empleo.

Mercedes del Río recalca que es necesario debatir ciertas competencias, ya que ha notado que a la mujer le falta ambición frente a los hombres, seguridad en sí misma, confianza. "Debe aprender a valorarse a sí misma, y eso lo englobamos dentro de lo que llamamos inteligencia emocional", señala la catedrática, que ha notado en el curso impartido a universitarias de las distintas escuelas de Ingeniería de la Politécnica -tan sólo acudió un varón- cierta timidez y desconfianza a la hora de afrontar su horizonte profesional. "Ven el futuro menos claro porque les preocupa poder compaginarlo con la vida familiar, eso hace que se sientan encerradas en un espacio, al que le ven poca escapatoria", reconoce Del Río.

Curiosamente, uno de los ejercicios que se planteó a las alumnas fue que destacaran algo positivo de su personalidad. "Fueron incapaces, sólo dijeron que eran tímidas". Por ello, los expertos creen que es necesario realizar un análisis profundo, ya que se lamentan de la pérdida de talento que se produce por esa falta de decisión y de autoestima. Otro juego consistió en tapar los ojos al único alumno que asistió a las clases. Ellas se encargaban de darle una serie de órdenes para que encestara una pelota en un cesto. Los profesores sugirieron a las universitarias lanzar algún mensaje erróneo. "Ellas nos dijeron que eso no se podía hacer. Tienen conocimientos, son mayoría en las aulas, pero deben pisar más fuerte. Decidir que se van a comer el mundo".

Centenario

Fue hace un siglo, el 8 de marzo de 1910, cuando la Gaceta de Madrid publicó una real orden del Ministerio de Instrucción Pública permitiendo la matriculación de alumnas en todas las entidades educativas. La orden derogaba otra del 11 de junio de 1888, que admitía la entrada de mujeres en las universidad como alumnas, pero se exigía la autorización del Consejo de Ministros.

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