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Sentencia contra Serbia

El juicio sobre Kosovo en la Corte Internacional de Justicia ha terminado con una sentencia contra Serbia. Y, por extensión, contra todos los países que aspiren a congelar las actuales fronteras invocando los principios del derecho internacional. Por 10 votos a favor y 4 en contra (de los jueces ruso, eslovaco, marroquí y sierraleonés), el tribunal de La Haya (salvo el magistrado chino, que no firma la sentencia porque cesó el 28 de mayo) han dejado claro que esos principios ni amparan ni impiden el nacimiento de un nuevo Estado a partir de un esqueje de otro anterior. ¿Se pondrá el mundo del revés?


Según los jueces, no, porque siempre ha sido así. "Durante los siglos XVIII, XIX y XX, se produjeron numerosas declaraciones de independencia; a menudo, frente a la tenaz resistencia de los estados hacia los que se declaraba la independencia", señala el veredicto firmado por jueces procedentes, en algunos casos, de países surgidos en ese período (como el estadounidense, el neozelandés, el brasileño o el mexicano). Y añaden que el principio de la integridad territorial se ciñe sólo al ámbito de las relaciones entre los Estados (para evitar agresiones).

La sentencia sigue los argumentos de la administración estadounidense. Durante la vista oral, Washington defendió que el derecho internacional no tiene nada que decir sobre las declaraciones de independencia.

La misma administración parece ahora empeñada en aislar el caso kosovar para evitar que se repita en otras latitudes. Pero la sentencia no establece tales salvaguardas. Los jueces ni siquiera entran a valorar si en Kosovo la independencia era la única solución para evitar la represión de la población local. "La Corte considera que no es necesario resolver estas cuestiones en el presente caso", zanjan el debate los magistrados (punto 83).

Belgrado ha caído así en su propia trampa, al apelar al derecho internacional para intentar restaurar su soberanía sobre uno de sus territorios históricos. Ahora, probablemente, intentará renegociar la situación a través de la Asamblea General de la ONU (que debería pronunciarse a partir de la sentencia en otoño), a sabiendas de que la independencia de su antigua provincia parece un hecho irreversible.

A la larga, sin embargo, el problema será para la Unión Europea. Porque, como bien sabe EE UU, su estado kosovar es inviable sin la ayuda permanente de los socios comunitarios. Así que, que el champán corra en Pristina porque la factura la pagará Bruselas.

(No quiero alargar más el post, pero recomiendo a los interesados la lectura de la parte de la sentencia que razona la validez de la declaración de la independencia. Curiosamente, los jueces la aceptan porque se hizo al margen de las instituciones constituidas en Kosovo y de la regulación de la ONU. Al escribirla sobre un papiro y firmarla a título personal y no como miembros de la Asamblea de Kosovo, los firmantes (miembros de la Asamblea, el presidente de Kosovo y el Primer Ministro) se erigieron, según la sentencia, en verdaderos representantes de la voluntad popular. El hecho de que el Representante del Secretario general de la ONU no se diese por enterado del acto aquel 17 de febrero de 2008, ratifica, según los jueces, que la Declaración no fue obra de la Asamblea. Es decir, que la independencia se ha salvado legalmente porque se hizo al margen de los canales establecidos. ¡Parece que los firmantes estaban muy bien asesorados!)

Imagen: tomada de blogs.worldbank.org. Pero, si no me equivoco, la idea de este planisferio viene de la editora de mapas australiana Gregorys, que decidió acabar con la convención de que su país siempre apareciera en la parte baja (down under, como dicen los aussies) del mapamundi.

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