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Tribuna
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Otro mercado de trabajo

Según los Servicios Públicos de Empleo, el paro en junio, por tercer mes consecutivo, desciende en 83.834 personas (-2,06%), el mayor descenso mensual en cinco años y el mejor dato en junio desde 1997, lo que sitúa el número de desempleados en 3,9 millones. Por su parte, la Seguridad Social ganó 23.884 (0,13%) afiliados ocupados, y acumula cinco meses de aumento.

El gasto en prestaciones por desempleo, 2007, ascendió a 14.738 millones. Este año se situará en torno a los 35.000 millones (3,5% del PIB). Los expertos calculan que supone el 10% del déficit.

Considerando todo estos datos es evidente que era necesaria y urgente una reforma del mercado de trabajo no solo para frenar la destrucción de empleo y el consiguiente crecimiento del paro sino también para transmitir confianza a la sociedad en su conjunto y aumentar la credibilidad internacional. Datos elevados de desempleo indican que hay algo que no funciona bien en el mercado de trabajo. En este sentido, hay que destacar la intensidad con la que se ha reclamado desde organismos internacionales (FMI, OCDE) y nacionales (Banco de España) y por los expertos.

Por ello, el Consejo de Ministros del pasado 16 de junio aprobó la Reforma Laboral con dos objetivos fundamentales. El primero reducir la dualidad del mercado laboral, a través de limitar el uso injustificado de la contratación temporal y, por otro lado, con medidas que favorezcan la contratación indefinida para que más personas puedan acceder en mejores condiciones a empleos estables.

Precisamente el factor estructural a resolver es el fenómeno del mercado de trabajo dual. Sobre todo porque el sistema actual no es capaz de resolver, adecuadamente, el problema que el mismo ha generado. El 36% del conjunto de la población activa alterna entre contratos temporales y paro. Es importante destacar que, sólo en el primer semestre de este año, de los casi siete millones de contrataciones realizadas, los contratos indefinidos no alcanzan el 10% del total. Lo que explica en gran parte la falta de movilidad, y estabilidad para el desarrollo de proyectos profesionales, personales y formativos. Es difícil que un empresario invierta en formación de un trabajador si el periodo de estancia en la empresa es breve, y ello deteriora la competitividad.

En este contexto, es interesante la opinión de Michael J. Piore que indica que el actual mercado de trabajo en España es semejante a la hipótesis básica del mercado dual de trabajo. Para este experto el mercado de trabajo está dividido en dos segmentos esencialmente distintos, denominados sectores primario (puestos de trabajo buenos) y secundario (malos puestos de trabajo). El primero con estabilidad de empleo y futuro, promoción, y utilización de tecnologías avanzadas e intensivas en capital. En cambio, el sector secundario se caracteriza por la inestabilidad laboral, rotación alta, salarios más bajos, promoción limitada.

El segundo objetivo trata de mantener el empleo potenciando la flexibilidad interna de las empresas con el fin de evitar que los ciclos negativos se ajusten sólo con el empleo, y que el despido sea el último recurso. De este modo, se permite a las empresas mantener a sus trabajadores, ya que parece lógico conservar un capital humano experimentado, que posea las cualificaciones requeridas para desarrollar su actividad, que, en caso de nuevos reclutamientos, exigiría inversiones adicionales en efectivos y en capital. Así se evitan los importantes costes monetarios y sociales, de sobra conocidos, que implica el paro.

En conclusión, para que la economía entre en una nueva y mayor senda de crecimiento son necesarias reformas estructurales dirigidas a cambiar de modelo productivo, mejorar el entorno económico, flexibilizar y dinamizar los mercados de bienes/servicios, para que los recursos se asignen a las actividades más productivas, incrementar la capacidad innovadora de la economía y reconocer la necesidad de reformas estructurales como la del mercado laboral. Las medidas que se han tomado pueden parecernos buenas o malas, pero era necesario iniciarlas. No teníamos otra alternativa ante la crisis económica financiera global.

Aunque a algunos les puede parecer inaceptable y a otros, paradójicamente, insuficiente, pero, sin duda, va en la dirección adecuada. No hay que olvidar que la creación de empleo nos permite mantener el bienestar social y recuperar el equilibrio fiscal por el incremento de mayores ingresos.

Vicente Castelló Roselló. Profesor Universidad Jaume I

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